Aficionados y profesionales taurinos celebran el descenso del IVA en once puntos aprobado por el Gobierno. La decisión debe implicar una rebaja en el precio de las entradas, lo que, sin duda, ayudará a llevar más público a las plazas. Pero eso no será suficiente si el sector no consigue que las novilladas equiparen su fiscalidad a las ventajas que goza el deporte base y las escuelas de interpretación. Al fin y al cabo estamos hablando de festejos ruinosos con el único objetivo de formar aprendices.
La rebaja en once puntos del impuesto del IVA aplicada a los espectáculos en directo ha caído muy bien entre organizadores, promotores y ciudadanía en general. La decisión de nuestro Gobierno debe implicar una reducción del precio de las entradas y, por tanto, un aumento de público en teatros, conciertos y toros. Se trata de una circunstancia muy satisfactoria para el sector taurino, tradicionalmente grabado por encima del resto a pesar de ser un negocio que dejó de ser un seguro de rentabilidad hace mucho tiempo.
Aquella célebre frase que catalogaba a los ricos como gente que “tenía más dinero que un torero” es hoy pura utopía trasnochada. Salvo un puñado de diestros que se cuentan con los dedos de las manos, el resto se las ve y desea para subsistir únicamente de su profesión, y los que ocupan la cúspide del ranking han logrado su fortuna y patrimonio en gran parte gracias a las inversiones extrataurinas realizadas con lo que han ganado jugándose la vida.
Sin embargo la tauromaquia siempre ha sufrido una carga impositiva férrea. Cuando hace años el resto de prácticas culturales pagaba un 8% de IVA, los toros cotizaban el 18%, y todo a pesar de no contar con las subvenciones de otras actividades y además de tener que soportar altos cánones de arrendamiento por las plazas. Ahora el impuesto baja del 21% y se iguala para todos al 10%. Eso significa que, por ejemplo, una entrada que antes valía 30 euros ahora pasará a costar unos 26 euros, o al menos así debería ser, porque otra cosa es que los empresarios acaben repercutiendo sobre el boletaje el mismo porcentaje de rebaja, como sería deseable.
Para saber si será así, la asociación de empresarios taurinos habrá de conocer y valorar si a todos los elementos que intervienen en la organización de una corrida se les aplica la misma reducción impositiva: ganado, equipos sanitarios, veterinarios, empleados de plaza, diseño de cartelería, papel para las entradas, publicidad, etc. Como es lógico que sea así, ahora sólo cabe esperar al plazo de introducción de las nuevas tarifas, porque también imagino que habrá cosos que ya habrán pagado ciertos gastos al 21%, lo que afectará a los precios de las entradas de todo el año, caso de la plaza de Madrid, por ejemplo.
Sea como fuere se trata de una gran noticia que debe animar al público a acceder al espectáculo y a los empresarios a incrementar su actividad profesional. Y me refiero especialmente a la celebración de un mayor número de novilladas. Es más, opino que este tipo de festejos deberían verse beneficiados de una reducción arancelaria muy superior al tratarse de espectáculos sin ánimo de lucro, como puede demostrarse perfectamente, y con el único objetivo de formar a los aprendices de toreros.
El toreo aporta al Estado más de 43 millones de euros anuales en concepto de IVA, y sin embargo el cine español recibe 1835 veces más subvención que la Fiesta, a pesar de que los toros tienen tres veces más espectadores. Ahora la diferencia cambiará sensiblemente porque, además, la ayuda que recibe la industria cinematográfica va a pasar de 60 a 70 millones de euros. Por todo ello, y por los más de 17.000 espectáculos taurinos que cada año se ofrecen en las plazas y en las calles de España, por los más de seis millones de turistas y visitantes que se desplazan para ver toros en una ciudad que no es la suya, por los 1.600 millones de euros de impacto anual que la tauromaquia tiene en nuestro país, por los más de 200.000 puestos de trabajo que genera en territorio nacional y por los 25 millones de espectadores que anualmente tienen los toros, el sector taurino no debería conformarse con la buena noticia de la reducción del IVA que el Gobierno acaba de aprobar, sino que convendría seguir luchando para que becerradas y novilladas equiparasen su fiscalidad a las ventajas que goza el deporte base y las escuelas de interpretación. Es cuestión de velar por el futuro.