El amable lector que ingresa hoy en Avance Taurino, además de encontrar mil y una cosa que puedan interesarle, quizá también quiera saber qué fue lo que pasó realmente en la plaza de El Puerto el pasado 6 de agosto, para que la Junta de Andalucía modificara de urgencia la normativa, y de permitir la asistencia del 50 por ciento del aforo a las plazas de toros se pasara al metro y medio de separación entre espectadores.
Javier Hurtado
Para los que estuvimos aquel día en la Real Plaza Portuense eso de que la empresa organizadora incumplió la norma, es sólo la espuma de las olas mediáticas. Doy fe de que las disposiciones exigidas, de primera a última, se cumplieron de manera escrupulosa.
Además, en la plaza de El Puerto ni se comió, ni se bebió y se habló poco por impedimento de la mascarilla para dar rienda suelta a la facundia. Las localidades habilitadas fueron ocupadas por personas de diferente edad y condición social, y por doquier se vio el efecto de la civilización.
Sin embargo, se ha pintado con colorido exagerado la asistencia de espectadores. Puede ser que las imágenes difundidas por televisión, den la impresión de que los tendidos son un barullo de gente, pero se prestan a equívoco; hay que diferenciar entre la percepción real de las cosas y la realidad ilusoria, el espejismo que vislumbra una contemplación a distancia.
La empresa Lances de Futuro puso a la venta la mitad de las casi 11.000 localidades del aforo, inhabilitando el resto. La medida propició mayor comodidad para los asistentes, puesto que entre uno y otro había un vacío de de 50 cm., que es el ancho reglamentario de los asientos. Oteados los tendidos desde un plano general, con el personal puesto en pie, esos espacios de medio metro que clamaban por su espectador, eran imperceptibles. En cambio, en el plano medio y con el público sentado, se distinguían los huecos de separación, y si se reducía aún más el punto de observación, se comprobaba de manera fehaciente que la ocupación era esponjosa y ajustada a la regla.
Decía Machado que en España de diez cabezas, nueve embisten, y ese día de las nueve varias lo hicieron con intenciones perversas especialmente en la charca internáutica. Cabezas no pensantes que se echaron a galopar por el dilatado campo de lo desconocido sin encontrar trabas, y recorrieron con complacencia el terreno de la mentira.
Lo perseguido por las malas lenguas y los eternos zoilos, siempre dispuestos a disfrazar la verdad con el hábito de la ceremoniosa conveniencia, era escandalizar a la opinión pública emitiendo interesados juicios de valor.
La conclusión fue que el visceral desprecio por la Tauromaquia de los grupúsculos radicales de izquierda, de consuno con el pragmatismo político, estrangularon definitivamente la temporada taurina andaluza.
Pero lo sorpresivo fue el discrecional fuego amigo, las virulentas reacciones empresariales ante el cambio de la normativa. Rivera Ordóñez, al verse obligado a abortar la Goyesca, disparó los comentarios más duros. Como primer afectado soltó la lengua y arremetió contra José María Garzón, adelantándose a la presunción de inocencia: “espero que lo investiguen y de haber cometido alguna anomalía que se lo hicieran pagar”, dijo. De haberse celebrado la Goyesca con 2.500 espectadores –la mitad del aforo— me pregunto qué impresión habrían dado los tendidos de esa más que bicentenaria plaza… La francesa de Beziers no es tan antigua y tanto las fotos como los videos del graderío daban la sensación de estar “completamente lleno”.
También entró en el casus belli, ANOET. La Asociación Nacional de Empresarios Taurinos lanzó su fuego cruzado a los pocos días, anunciando la apertura de un expediente sancionador a Lances de Futuro, “a expensas de escuchar sus alegaciones”. También la patronal declaró réprobo a Garzón antes de tener pruebas inculpatorias contra él. Por otro lado, se desconoce de quién, o quienes, partió la iniciativa de expedientar al empresario sevillano, sin base a fundamentos justificativos.
Es a la Junta de Andalucía, a quien corresponde denunciar las supuestas anomalías, pero que se sepa, de momento, no ha habido pronunciamiento al respecto. Es más, el 16 de agosto, el portavoz del Gobierno Andaluz, Elías Bendodo, jactándose de que en Andalucía la pandemia estaba controlada y contenida, declaró que los brotes detectados no superaban los diez casos y se habían aislado a tiempo.
Entonces, ¿por qué se dio tanta prisa la Consejería de Presidencia, Administración Pública e Interior en decretar nuevas normas haciendo inviable la organización de las corridas de toros en Andalucía? ¿Acaso se les escapa a los administradores públicos que exigir metro y medio de separación entre los espectadores es una medida que convierte en utópica la permisión de la corrida?
La modificación de las pautas de comportamiento, seguro que ha satisfecho y apaciguado a los protestantes, pero a los empresarios taurinos los acogota; cercena su capacidad organizativa, remitiéndoles a la extraña y capciosa circunstancia, en que la ficha del guardarropa está en el bolsillo del abrigo y el abrigo colgado en el guardarropa.