Este título, cuyo autor fue en su día el desaparecido crítico taurino Joaquín Vidal, se lo dio en una corrida celebrada en Valencia cuando compartíamos localidad en la Silla de Rellano del lado “5”.
Francisco Picó
Joaquín, con quien tuve una gran amistad, en una corrida en la que intervenía Ángel Teruel, al desplazarse el torero hacia el toro, despacio, muy despacio, lentamente, en medio de un gran silencio, como a menudo era habitual en este torero, a Vidal, no se le ocurrió otra cosa que decir. Mira como se acerca hacia el toro, con gran sigilo el espada. Debería apodarse “El sigiloso”.
Los que oímos este vocablo, lo celebramos y a partir de entonces también al referirnos a Teruel le llamábamos el sigiloso.
Hace unos días me comentaron que lo de el sigiloso, viene desde Sevilla, cuando un aficionado, con esa gracia, que sólo poseen los nacidos en la tierra de María Santísima le espetó con gran vozarrón: “Se va hacia el toro con tanto cuidado y lentitud, que se le puede llamar “El Sigiloso”.
Esa es la historia de El Sigiloso.