A lo largo de los tiempos la Feria de Julio de Valencia ha ido perdiendo entidad. De ser la pionera y más importante del orbe taurino, ha pasado a ser “la segunda” de la capital del Turia. Cabe hacer un esfuerzo y potenciar su calidad e intensidad para que no se pierda, lo que sería un fracaso para el toreo y un error para la ciudad.
En un par de días tras la publicación de este artículo dará inicio la “venida a menos” Feria de Julio de Valencia, la decana, la más antigua de todas a cuya imagen y semejanza nacieron y crecieron las demás. Los toros en Valencia siempre fueron Julio. Ahora son las Fallas, el ciclo que empezó a sentar sus bases aprovechando la fama adquirida por Manuel Granero y que acabó tomando impulso definitivo gracias a Vicente Barrera Cambra, con quien se anunció la primera edición oficial en 1929.
Muy poco a poco pero inexorablemente, las Fallas destronaron a Julio por muchas razones sociales. El ambiente festivo en las calles crecía en marzo y menguaba en verano. El clima primaveral favorecía la permanencia de los valencianos en la ciudad, mientras que el calor estival invitaba a salir a playas y chalets de montaña. La adquisición de los primeros utilitarios animaba a viajar hacia destinos menos sofocantes. La irrupción creciente de nuevas ofertas de ocio más cómodas y refrigeradas competía en desigualdad contra tardes tórridas sobre bancos de dura piedra recalentada… En fin, demasiados factores a la contra para mantener dos seriales de entidad en una misma capital.
Sin embargo, rendirse y dejar perder la Feria de Julio sería un grave error para la tauromaquia y para la ciudad. Es lógico pensar que no hay razón para arriesgarse a organizar un ciclo extenso, como también lo es apostar por cuatro corridas bien rematadas en las que aparezcan las figuras y un puñado de toreros ilusionantes, que los hay y por merecimientos propios. Dar nombres sería una osadía, pues siempre se quedaría alguno en el tintero. Como ejemplo, baste decir que el triunfador de la anterior edición debería estar anunciado sin excusas. ¿De qué valen si no la entrega y el éxito?
El jurado oficial de la Diputación, y los de otras entidades, aclamaron a Paco Ramos como autor de la mejor faena de 2023. Su labor fue redonda y emocionante. No rubricó con el estoque, es cierto, pero para él fueron los premios y en la memoria de los aficionados quedó su actuación. No es justo que la empresa de la plaza lo haya olvidado y le deniegue lo que se ha ganado sobre el albero.
Otro factor que no conviene perder es el tinte torista que siempre tuvo el ciclo. Un guiño, una pincelada, una pequeña concesión sería suficiente. Miura, Cuadri, Victorino, Adolfo, Partido de Resina y un montón de hierros más servirían para contentar a una buena parte de la afición y para dar un toque de variedad a los carteles.
Este año el serial dará inicio una hora más tarde de lo tradicional, a las 20:00 h. La idea es restar 60 minutos de calor en los tendidos, pero el envite es arriesgado. Esta iniciativa ya se puso en práctica en anteriores épocas y no acabó dando el resultado buscado. Mucha gente acude a los toros desde poblaciones cercanas en ferrocarril, y se da la circunstancia de que el último sale de Valencia a las 22:30 h, lo que provoca que los usuarios del servicio se vean obligados a perderse la última faena si quieren llegar a tiempo de coger el tren de regreso. Por otra parte, se alarga el tiempo de espera de quienes van a la corrida tras comer en algún restaurante con familiares o amigos, y se recorta el de aquellos que prefieren ir a cenar tras el festejo.
Otra costumbre valenciana siempre ha sido la merienda, 10 minutos antes de la salida del cuarto toro para compartir viandas con los vecinos de localidad. Si se quita la merienda se gana tiempo para salir antes, pero se pierde una tradición que, en este caso, vendría bien para transformarla en cena.