Todos los toreros lo son, o casi todos, Me refiero a la superstición. Alguien me dijo un día, Todas aquellas personas que arriesgan algo, dinero, fama, suerte, y naturalmente la vida son supersticiosos.
Los toreros, los trapecistas, los artistas en general y por supuesto los jugadores, de naipes o de cualquier otra actividad.
Siempre me acuerdo de la célebre frase “Yo no soy supersticioso, porque eso trae mala suerte…”
Pues bien uno de los toreros que se llevaba la palma en superstición fue Miguel Campos.
En el torero se le conocía más por Miguelito Campos. Llegó a alternar con Aparicio, Litri, los hermanos Girón, y practicámente con toda la grey novilleril de aquellos tiempos. Tomó la alternativa en su Línea de la Concepción el 29 de marzo de 1959 de manos de José Trincheira y la presencia de Diego Puerta.
Pues bien vamos con la superstición. Toreaba una novillada en Madrid y un amigo fue al hotel a saludarle y dejó el sombrero en la cama. Dos horas más tarde, cornada. Otro día cuando se dirigía a la plaza de Colliure (Francia), en el camino se cruzó una bicha (lagarto, lagarto) y otra vez cornada.
Campos quiso acabar con la superstición y un día que toreaba en su ciudad natal, donde le conocía todo el mundo, un gracioso cruzó la calle portando una caja mortuoria.
Miguel Campos no lo dudó y quiso romper el maleficio. Se bajó del coche y se fue a la caja para tocarla y acariciarla, ante el asombro de todo el mundo.
Resultado, aquella tarde cortó dos orejas y obtuvo un gran triunfo que le valió para sumar más contratos.
Y la superstición, al garete…