Es muy duro reconocerlo, pero es así. Se han cumplido los deseos de esos miserables, canallas, mal nacidos y los peores calificativos, que puedan recoger los diccionarios, que desearon la muerte de Adrián Hinojosa, un niño de ocho años, tristemente fallecido ayer en la localidad valenciana de Alcira, por la sencilla razón de que la pobre criatura, tenía afición a los toros y declaraba, que cuando fuese mayor le gustaría ser torero.
Hay que ser tan cafre y tan todo lo que digo más arriba, y carecer de los menores sentimientos humanos para desear la muerte de nadie.
Mensajes como “Muérete ya Adrián, tu no mereces vivir”. O “que opino yo, no voy a ser políticamente correcta, qué va. “Que se se muera, que se muera, un ser que quiere matar cuando sea mayor a indefensos animales herbivoros”.
Cómo se pueden decir esas barbaridades. Cómo se puede ser tan bestia para decir eso. Pues eso, careciendo de sentimiento alguno. Siendo una hiena asquerosa, siendo, siendo…Me faltan adjetivos.
Lo de menos es que se autoconfíesen antitaurinos. Eso es lo de menos. Aunque es cierto, que se retratan.
Pero lo cierto es que tanto la autora de uno de esos mensajes de San Sebastián, como otro de Cullera (Valencia), no dudaron en calificarse de antitaurinos.
Le digo a usted guardia…
Valencia entera se volcó con un festival celebrado en octubre del año pasado, en el que actuaron de forma altruista y generosa, toreros como El Soro, Enrique Ponce, Vicente Barrera, Rafaelillo, Román, Ginés Marin y Fernando Beltrán.
Y los que no pudieron actuar por diversas causas, El Juli, Talavante, David Mora, Juan Bautista, Roca Rey, López Simón y un largo etcétera, quisieron contribuir, regalando objetos personales o trebejos de torear, para allegar cuantos más fondos posibles, mejor.
Todos, todos, intervinieron por solidaridad con una causa tan justa, como era recaudar fondos para la Fundación de Oncohematología Infantil,
Aquella tarde Adrián, rebosaba felicidad. Le brindaron los toros. Se hicieron acompañar por el crío, en las vueltas al ruedo. Saludó, sombrero en mano, correspondiendo a las ovaciones de un público que deseaba lo mejor para el niño enfermo. Y al final lo sacaron a hombros de la la plaza.
Desgraciadamente, vuelvo a repetir, el llamado por los profesionales de la medicina como el sarcoma de Edwing no ha perdonado. Adrián ha muerto. Ahora ya en la eternidad, tendrá ocasión de admirar a los grandes toreros de todos los tiempos. Ahora ya no se verá vejado, insultado y herido por nadie por querer ser torero.
Dios te guarde Adrián,