Aram es una región mencionada ya en la Biblia, situada en el centro de lo que hoy es Siria, incluyendo la zona donde se ubica la actual ciudad de Alepo. Un territorio trístemente de actualidad en el que se libra una guerra, tan sin sentido como todas, que afecta no sólo a los que tienen la desgracia de estar atrapados en la misma. Pero hoy, ahora, les cuento otra historia.
Es la de Hazem Al-Masri, conocido como Alejandro ‘El Sirio’, sirio como su alias, natural de Alepo. Un hombre que, casualmente y cuando contaba apenas 14 años de edad, vio una corrida de toros a través del canal internacional de TVE y que a partir de entonces tuvo claro a qué quería dedicarse el resto de su vida. En aquel instante cambió todo para él. Ver aquella corrida en televisión le pareció algo especialísimo, mágico. En ese momento se dijo que tenía que viajar a España para ser torero.
De todas formas esperó tres o cuatro años para llevar a cabo su sueño. Estudiaba entonces Turismo pero decidió dejarlo todo y, con un petate lleno de ilusiones, puso rumbo a España para cumplir su aspiración. Era el año 2000 cuando llegó a Valencia, donde unos compatriotas le ayudaron.
Nada más pisar la ciudad del Turia fue a la plaza de toros para ver una corrida. Sin embargo, cuando llegó, la encontró cerrada. Allí le dijeron que hasta la feria de marzo no había festejos. Y era octubre. No entendía como estando en España no podía asistir a una corrida hasta dentro de cinco meses. Pero no había tiempo para lamentos y sí para tomar decisiones. Lo primero que hizo fue buscar trabajo, colocándose en un taller de alarmas para coches, donde, además de aprender el idioma recibió su nuevo nombre: a partir de ese momento pasó a llamarse Alejandro.
Por medio de un compañero se enteró de la existencia de la escuela taurina. Ese mismo día pidió permiso en el trabajo y fue a matricularse, yendo por las tardes a la plaza de toros de Valencia a entrenar con los toreros de la tierra: “Cuando ponga un pie dentro de la plaza de allí no me saca nadie”, decía. Y así fue, a pesar del disgusto que le dio a su madre, ya por entonces también residente en España, y que no entendía cómo su único hijo quería ser ¡torero!, nada menos.
En la escuela, además de familiarizarse con el manejo de los trastos y la mecánica del toreo, también supo que no podía ser matador. A su edad y sin haber tenido contacto apenas con el toro era imposible. No tiró por ello la toalla y pensó que sí podría ser subalterno. Y a ello dedicó todos su esfuerzo y dedicación, debutando vestido de luces en septiembre de 2007, en una novillada de la escuela taurina. También recuerda que fue el día más feliz de su vida.
Desde 2011, Alejandro, quien en todos estos años ha tenido que trabajar como fontanero, electricista, cogiendo naranjas, instalando aires acondicionados…, ha toreado con asiduidad y logrado hacerse un nombre y un hueco en el tan complicado mundillo taurino. Y, desde hace dos temporadas, acompaña al diestro Román, formando parte de su cuadrilla. Todo un éxito.
Nada mal para una persona que, no obstante, tampoco olvida sus raíces. No olvida que ese joven que llegó hace casi dos décadas y al cual rebautizaron como Alejandro ‘El Sirio’, es en realidad Hazem Al-Masri, de Alepo. Una ciudad hoy completamente devastada por los continuos bombardeos debido a una guerra que comenzó en 2011 y que ha destrozado al país. Dejó un país alegre, con gente feliz, donde había trabajo para todos… y al que los intereses económicos y políticos, de unos y de otros, lo han convertido en un infierno. Pero ese toro, desgraciadamente, tiene otra lidia…