Repito, insisto y no me canso de decirlo que quiero para esta temporada –y para todas-verdaderos toreros frente a toros verdaderos y está claro quiénes son unos y otros. Y emoción en los ruedos. Y carteles que atraigan al público fuera del sota, caballo y rey. Y para ello, es imprescindible y más que necesario abrir las ferias y las combinaciones para que aparezcan novedades.
Ricardo Díaz-Manresa
Este es el organigrama general fundamental, pero hay cosas en los ruedos, que no me gustaría ver, porque afean o dañan al espectáculo.
Coger un micro en el ruedo vestido de luces, como se vió a Padilla en Zaragoza, es americanizar el espectáculo, quitarle algo o añadirle algo sin sentido. Un ruedo no es un teatro. Y no lo es porque representa y es bastante más. Está fuera de la tradicional e impecable liturgia taurina.
Me gustaría oir ovaciones cuando sean merecidas, no porque sufran volteretas los toreros al entrar a matar y dejen un bajonazo. Una cosa es animar y otra ensalzar lo defectuoso.
Me gustaría que las faenas volvieran a sus 10 minutos y a no sufrir las interminables de ahora con tardes llenas de avisos. Es raro el espada que se libra cada tarde de oir uno.
Y dar los avisos a su tiempo.
Me gustaría no ver con dos orejas al de turno y en plaza de primera, tras haber pinchado y sin que la faena fuese excepcional.
Y que los banderilleros se vistieran de banderilleros, de plata o de hilo blanco, pero no de sepultureros, todos de negro. Bueno, los sepultureros van más alegres que estos que se visten antiestéticamente, horriblemente, para ir a una fiesta de música, color y belleza. Los matadores deberían decir algo.
Y que los matadores y sus cuadrillas, de blanco, de negro, de payaso o de funeral, estén en el callejón como deben y así no saltarían al ruedo sin capote ante una cogida durante la faena. En la Otoño de Madrid, Román y Ginés Marín se vieron rodeados de compañeros…sin capote. Y aquello, a tanto cuerpo limpio, parecía una capea de pueblo o un toro rezagado en sanfermines. Los militares no pueden abandonar su fusil ni los toreros su capote
Y que, al saludar desde el tercio y sobre todo al dar la vuelta al ruedo, lleven el capote, una de sus tres armas de torero (capote, muleta y espada) no sólo con la montera, que es un complemento estético, que no utilizan ni en las corridas goyescas o especiales. El último que la utilizó, montera puesta, mucho y bien, durante la muleta, fue Luis Francisco Esplá.
E insisto : para dar la vuelta al ruedo, capote, mucho capote, capote siempre, y montera.
Y que los matadores supriman el paseíto para pedir la espada de verdad. Mientras llegan a las tablas, al toro No afeemos o desluzcamos o perjudiquemos a algo tan bonito como el toreo de cada tarde y cada plaza.
se le puede pasar el momento de la muerte. Incluso enfriar al público. Perder el momento clave. Un simple gesto, y que la lleven los banderilleros, que para eso están.
Y que apuntillen por detrás que es lo lógico y lo seguro.
Y que ayuden al matador que descabella y no se queden como pasmarotes mirando. El torero no necesita estatuas sino capotes en la cara del toro.
Y que saluden montera en mano los banderilleros que lo merezcan. Ahora no esperan siquiera a la orden del matador para hacerlo, sino que el de turno, que ha estado bien, autoriza al tercero, que no ha estado bien, a que saluden. O viceversa.
Y es la costumbre nueva que lo hagan siempre los dos. Pues no.
Y hay muchas más. Seguiremos.
Y no afeemos, desluzcamos, dañemos la liturgia y la belleza única de cada tarde de toros.