Es muy importante tener buenos “vecinos” de localidad en cualquier espectáculo, sobre todo, en el fútbol y en los toros.
Digo que sobre todo en estas dos manifestaciones, porque se puede hablar alto, gritar y hasta, en algunas ocasiones, expulsar sapos y culebras a través de la voz. En otros, cine, teatro, tenis…, el silencio se impone por razones obvias. Por eso, repito, es tan importante que el de tu lado (o la de tu lado, vamos a ser inclusivos en esta ocasión), sepa guardar las formas y demás. En fútbol, sobre todo, un “vecino” sabelotodo, te puede amargar el partido; en los toros es más discreto, menos chillón e, incluso, hasta más resignado con el chasco que se pueda llevar en una mala tarde de toros. Pero, no crean, que también hay de todo.
Ahora, en Valencia, con la concentración de medios en el llamado “palco de prensa”, hay menos oportunidades que te toque al lado el “catedrático” de turno, aunque a veces se cuela alguno que otro. Pero delante de ese palco donde se concentra la llamada “canallesca”, suelen ubicarse alguno de esos aficionados que saben más de la Biblia que el propio Papa de Roma (traduciendo esto a términos taurinos, claro). Y para refrendar esas sentencia que echan a voz en grito para que el entorno se entere de quien habla, y su sapiencia, se giran hacia el palco como diciendo…”a que llevo razón, pues ya saben lo que hay que poner en la crónica”. Y se quedan tan panchos.
Recuerdo un día, algo lejano o no tanto, en el que un “vecino” la tenía tomada con los picadores (siempre lo pagan los mismos), a los que gritaba con todas sus fuerzas de qué mal se tenían que morir. Luego de tanta suma de improperios, la frase final era “…vete a tu pueblo…”. Se ve que con marcharse al pueblo se solucionaba todo. Y hasta el siguiente turno. Así, picador tras picador.
Como decía al principio, es importante tener “buenos” vecinos de localidad, que te dejen ver el espectáculo con tranquilidad, que no sean muy habladores (el toreo se paladea mejor en silencio) y que sepan cuando y cómo deben manifestarse. Claro, que pedir tanto es pedir mucho. Pero los hay que sí cumplen con estas premisas.
Uno, en su ya larga vida en esto del periodismo taurino, ha vivido experiencias de todo tipo. Y no sólo (ya lleva acento el sólo) procedentes del público anónimo que un día te encuentras como vecino, sino también de algunos colegas que dejan caer su opinión cuál juez dicta sentencia. Amén solemos decir algunos para nuestros adentros, pero en el tono y sentido más peyorativo y burlón que se pueda imaginar.
Otro día les contaré la experiencia de ver los toros junto a un profesional, retirado o no. Porque también hay casos curiosos. Porque sorpresas te da la vida también en estos trances. Al final, tanto unos “vecinos” como otros, suelen provocar risas para los adentros… ”madre mía, lo que está diciendo este”.