Muchas Diputaciones crearon Escuelas Taurinas y solucionaron el problema de la forja de nuevos valores. El problema actual es dar continuidad a esos alumnos cuando pasan al escalafón de novilleros. La Fundación Toro de Lidia ha alumbrado Circuitos que están dando oportunidades que, hasta ahora, no existían. Buen ejemplo a seguir.
Las Escuelas Taurinas llevan a cabo una labor fundamental de incalculable valor para el futuro de la tauromaquia. Los tiempos en que la mayoría de chavales se forjaban en las capeas de los pueblos con animales resabiados de gran trapío pasaron a ser historia hace décadas. Las sensibilidades y las normas cambiaron, y aprender la técnica del toreo y empezar a pegar pases requerían otros métodos que el sector profesional no ofrecía. Muchas Diputaciones crearon centros para que los aprendices pudieran dar sus primeros pasos de forma controlada, iniciándoles en la teoría para, poco a poco, ir introduciéndoles la lidia de animales acordes en tamaño al nivel de conocimientos adquiridos. Gracias a ello, la cantera de toreros sigue dando frutos año tras año.
Con las Escuelas el problema del arranque de los más noveles está solucionado. Sin embargo, el de la continuidad una vez se cambia de escalafón sigue latente. Porque cuando se debuta con picadores los alumnos deben abandonar el centro y emprender por su cuenta el paso a novilleros, una etapa tremendamente complicada por el alto coste de organización que tienen estas funciones, por el escaso seguimiento del público, por la falta de apoyos de empresarios y apoderados, por la fuerte inversión que requiere seguir preparando a un proyecto de torero, y por otros muchos más motivos que dificultan la progresión de los nuevos valores, que ven cómo la ilusión inicial se torna en frustración irremediable.
Sería conveniente que las Diputaciones propietarias de Escuelas Taurinas diesen un paso más. Que promovieran la creación de certámenes provinciales para minimizar el parón que la mayoría de educandos sufren cuando dejan de ser becerristas y se convierten en novilleros con caballos. En estos menesteres, la Comunidad de Madrid es una de las que más involucrada está. Buen ejemplo para el resto de Administraciones.
Entretanto, a falta de políticos y profesionales que se impliquen con valentía, la Fundación Toro de Lidia ha alumbrado Circuitos en varios territorios de nuestra geografía que están dando oportunidades que, hasta ahora, no existían. Nunca he sido partidario de que la Fundación se convierta en organizadora de festejos, algo que debe incumbir a gestores de plazas de toros. Pero mientras éstos no luchan por rebajas fiscales ni trabajan por el montaje de novilladas, la labor de la corporación que preside Victorino resulta elogiable. Y no sólo por la cantidad de espectáculos que está ofreciendo, sino por la preocupación por la calidad que está mostrando.
Dejando a un lado las normas instituidas para que los concursantes vayan pasando de fase -que siempre crearán polémica sea cual sea su redacción-, hay que reconocer la esmerada selección del ganado a lidiar y la valoración de todos los aspectos de la lidia: capote, muleta, estoque, disposición, expresión y también el proceder de las cuadrillas, lo que invita a cada participante a contratar a buenos banderilleros y picadores que realicen sus labores con eficacia y torería.
No son éstos detalles nimios, todo lo contrario. El futuro de la tauromaquia pasa por la seriedad de cuanto se realiza y sucede en el ruedo. Y tan importante es ofrecer posibilidades a la savia del toreo como cuidar cada pormenor de la lidia. Otro buen ejemplo a seguir.