Viernes, 9 de agosto de 2024. Plaza de toros de Ayora. Tres cuartos de entrada en tarde calurosa. Novillos de Casasola, bien presentados, cómodos por delante, y aunque escasos de raza, muy manejables. Samuel Navalón (verde y oro), oreja, dos orejas, dos orejas y dos orejas y rabo. Actuó como sobresaliente Alberto Donaire (blanco y azabache) Presidió el alcalde de la localidad Pesos de los novillos por orden de lidia: 460, 485, 530 y 480 kilos. Entre las cuadrillas destacaron Andrés Revuelta en la lidia y Víctor Martínez, por su oportunidad en quites
Enrique Amat, Ayora
Samuel Navalón, quien está anunciado para tomar la alternativa en Albacete el próximo día 14 de septiembre, mató en su pueblo y en solitario cuatro novillos. Entregado, contento, ilusionado y dispuesto y feliz se le vio toda la tarde y llevó el entusiasmo a los tendidos.
Ayora, en plenas fiestas patronales, acogió esta novillada que servía tanto de reconocimiento como de preparación a Samuel para sus futuros compromisos. Un torero valenciano, formado en Albacete, de quien todo su pueblo se tiene que sentir orgull porque ya ha paseado el nombre de Ayora a lo largo y ancho de toda la geografía nacional. Alumno de la escuela de tauromaquia de Albacete, el espada nacido en Requena y afincado en Ayora este año ya ha toreado en plazas importantes como Valencia, Nimes, Santander, Madrid y Sevilla entre otras. Y con apenas un año como novillero, en algo más de un mes saltará el escalafón superior,
A pesar de los antis, que siempre los hay, y cuyo cerrilismo se niega a reconocer las virtudes, no solo ya de la tauromaquia, sino de alguien que proyecta una inmejorable imagen de la localidad, Ayora vivió con entusiasmo este reto de su torero.
Mucho ambiente en la plaza, que acogió a un elevado número de aficionados que disfrutaron con el torero local y al final muchos jóvenes aficionados se lo llevaron en volandas en una imagen ilusionante.
En esta novillada se lidiaron cuatro astados de Casasola en la plaza de toros situada en el llamado Campico los Leones.
Apretado de carnes y simpático por delante el primero, al que apenas se le picó en varas. Noble y colaborador, aunque escaso de celo, tuvo siempre buen fondo, si bien acusó una querencia a rajarse muy pronto.
También sobrado de plaza el brocho segundo, que renegó en el caballo. Rajadito y justo de raza, sirvió aunque costándole mucho, y rompió para adelante porque le ayudó mucho su matador. El tercero, también con mucho lustre, exhibió tendencia a salirse suelto y buscar el abrigo de las tablas. Distraído y abanto, siempre quiso huir y refugiarse en los adentros. Y el colorado ojo de perdiz cuarto, también muy apretado de carnes y enmorrillado, metió los riñones en el caballo. Y ante la muleta tuvo fijeza, tranco y metió la cara humillando y repitiéndo las embestidas. Eso sí, algo claudicante, pero con una excelente nota.
Samuel Navalón saludó con una larga cambiada en el tercio de rodillas a su primero, al que luego lanceó con vistosidad. Brindó la muerte del novillo al alcalde y al público, frente al que muleteó en el platillo de la plaza con templanza, sometimiento, sentido de la colocación, relajo y poderío. Muy sobrado, un exceso de confianza propició que sufriera hasta tres achuchones. Mató de un pinchazo y una estocada volcándose.
Lanceó con cadencia a su segundo, al que tras una diana floreada de Vicente Ruiz, el Soro, ligó los pases, dejándole siempre la muleta puesta, templando, tirando de su oponente y ayudándole mucho a romper. Faena interpretada a los sones del pasodoble Puerta Grande rematada de una estocada corta, algo caída, de efectos fulminantes.
Asimismo recibió al tercero con una larga cambiada en el tercio, y luego lanceó con vistosidad. Brindó la muerte del novillo a El Soro, y a los sones del pasodoble Nerva, prologó su faena con una farol de rodillas en el platillo, y luego le recetó una serie genuflexa. Luego, volvió a muletear sobrado, suficiente, puesto y dispuesto, y siempre por encima de su antagonista. La segunda parte, metido en los terrenos de adentro y en todo momento muy cerca de los pitones, esta vez a los sones del pasodoble Manolete. Mató de un pinchazo y una estocada trasera.
Lanceó con las dos rodillas en tierra al cuarto, al que firmó otra faena sobrada, suficiente, poderosa, lúcida y de torero en sazón. Si hubiera que ponerle un pero, quizá pecó de algo encimista y atacar en demasía a su oponente. Lo exprimió y fue un gran colofón a una importante tarde. Mató de una gran estocada y un enorme grupo de jóvenes aficionados se lo llevaron en volandas en medio del clamor popular.
Actuó como sobresaliente Alberto Donaire, quien firmó un vistoso quite por chicuelinas, rematado por un excelente media al tercero.