Despreciar a Sánchez Mejías es despreciar a la Generación del 27.
Antonio Martínez Iniesta
La reciente controversia generada por el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, en torno a la figura de Ignacio Sánchez Mejías, vuelve a evidenciar un problema que ya empieza a ser estructural, España tiene un ministro de Cultura que demuestra, día tras día, no conocer la cultura que está obligado a proteger.
Lo ocurrido no es solo un gesto ideológico, es la expresión de una ignorancia profunda, impropia de quien dirige un departamento que debería erigirse como garante del patrimonio cultural en todas sus formas. Urtasun no solo es sectario, es, ante todo, un inculto. Un inculto “de libro”, en el sentido literal, porque, si hubiera leído y estudiado mínimamente, sabría la relevancia intelectual, artística y literaria de la tauromaquia y, en particular, de figuras como Ignacio Sánchez Mejías.
Ignacio Sánchez Mejías no fue únicamente un torero excepcional. Fue un hombre de letras, un intelectual adelantado, un interlocutor imprescindible de la Generación del 27. Fue amigo y referente para Lorca, Alberti, Bergamín o Dámaso Alonso. Su muerte inspiró uno de los poemas más universales de nuestra literatura: el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de García Lorca. Pretender borrar, minimizar o ignorar su figura es no comprender nada, ni de literatura, ni de historia, ni de España.
Es asombroso que un ministro de Cultura desconozca la magnitud cultural de Sánchez Mejías, cuyo legado trasciende los ruedos y forma parte del ADN artístico del siglo XX. Su aportación a la literatura, al teatro, a la intelectualidad española, y sí, también a la tauromaquia, es intocable para cualquiera que se haya acercado mínimamente a los libros.
Lo verdaderamente grave es que esta ignorancia no es casual; es militante. Urtasun utiliza la cultura como herramienta política para dividir, excluir y estigmatizar. Su cruzada personal contra la tauromaquia no se sostiene en argumentos culturales ni históricos, sino exclusivamente en prejuicios ideológicos.
Y sin embargo, la tauromaquia es, le guste o no al ministro, una de las grandes fuentes de creación artística de nuestra historia, literatura, poesía, pintura, música, filosofía, fotografía, cine. Todo eso nace del mundo del toro.
Cualquier persona mínimamente formada lo sabe. Un ministro de Cultura, si leyera, también lo sabría.
Resulta paradójico, por no decir vergonzoso, que quien dirige el Ministerio de Cultura sea alguien que demuestra no conocer la cultura que pretende transformar. La cultura no puede entenderse desde un despacho ideológico ni eliminarse por decreto. La cultura se estudia, se respeta, se protege. Y, sobre todo, se comprende.
Si Urtasun leyera más y prejuiciara menos, entendería que Sánchez Mejías es una figura esencial para la tauromaquia, pero también para la literatura y para la cultura española en su conjunto.
Como ciudadano, como aficionado y como defensor de nuestras tradiciones, no puedo permanecer en silencio ante un ataque tan frontal a nuestro patrimonio cultural. No se trata de política, se trata de cultura, memoria y respeto.
Un ministro de Cultura puede tener sus opiniones, pero no puede permitirse el lujo de ser inculto ni de actuar movido por un sectarismo que empobrece la institución que representa.
España necesita un Ministerio de Cultura que lea, que estudie, que se interese y que abarque todo lo que este país ha sido y es. No uno que pretenda reescribir la historia desde la ignorancia.







