La demora en la última suerte dejó sin premio la muy capaz actuación del madrileño.
Vistalegre, 15 de mayo.
Tercera de la feria de San Isidro.
Algo más de media entrada del aforo permitido
Toros de Alcurrucén, encastados en líneas generales.
El Juli, ovación y ovación.
José María Manzanares, ovación en los dos.
Paco Ureña, ovación y silencio
Miguel Ángel Herráiz
Fotos: Andrew Moore
No cortaron oreja pero cuando los toros son encastados, los toreros se esfuerzan, se quedan quietos, tienen conocimiento y dominan la técnica la tarde resulta interesante.
Chicuelinas bajando la mano, trayendo toreado al astado, haciéndole humillar y rematando con una lenta y envolvente media es lo que vimos realizar a El Juli en su colorado primero. Destacó por ambos pitones quedándose muy quieto, aprovechó la fijeza, el recorrido, acompañó con la figura erguida y se lo pasó cerca para rematar con excelente pase de pecho y finalizar toreando a dos manos. Brindó su segundo al público consiguió acoplarse e instrumentó con la izquierda muletazos limpios tirando del toro y con acompañamiento musical.
Bien presentado abanto y negro bragado fue el primero de Manzanares al que toreó a media altura, aguantando parones sin obligarle y perdiéndole los pasos necesarios para poder ligar algunos muletazos. Fue volteado y afortunadamente salió indemne. Al fuerte serio, cuajado y poco colaborador segundo le tragó mucho, especialmente por el izquierdo, tiró del toro, corrió la mano y derrochó decisión acompañado de música.
El castaño chorreado y hondo que le correspondió a Paco Ureña colaboró en un quite por verónicas ceñidas cargando la suerte con media de remate. Arriesgó con la muleta, se colocó bien y dio algunos naturales estimables templando. La intermitencia en la embestida y falta de acople deslució la faena con un toro que no terminó de entregarse. El otro se desentendió a partir del segundo muletazo yéndose a tablas.