Domingo 16 de julio de 2023. Plaza de toros de Valencia. Un tercio de entrada en tarde bochornosa y entoldada. Astados de Guadalest, bien presentados, variados de pelajes, con cuajo y de juego en general muy complicado y exigente. Cristiano Gonzalez, de la escuela de Miguelturra Ciudad Real, palmas. Juan Alberto Torrijos, de la escuela de Valencia, dos orejas. Jesús Ysiegas, de la escuela de Salamanca, dos orejas. Roberto Martín, de la escuela Mar de Nubes de Zaragoza, saludos tras aviso. Antonio Fernández, de la escuela taurina de Málaga, oreja.Sergio Moreno, de la escuela taurina de Toledo, palmas. Entre las cuadrillas destacaron en banderillas Bruno Gimeno, quien hizo un providencial quite de peligro, Alvaro Cerezos, Simón Andreu y Hugo Masiá. Presidió José Luis Cuerda, asesorado por Ximo Morales y Carlos de Andrés.
Enrique Amat, Valencia
El tercer y último festejo del VI Concurso internacional de escuelas taurinas ofreció un balance más que satisfactorio, con cosas de mucho interés de parte de los novilleros Torrijos e e Ysiegas . Y también con lidia de novillos que supusieron una durísima prueba para los alumnos. Dura prueba que, con todo, sirve de enseñanza y para curtirse en lo que es esta profesión.
Un evento como este certamen que no persigue declarar ningún vencedor, ni hay jurado al efecto, ya que de lo que se trata es dar oportunidad a que dieciocho aspirantes muestren sus habilidades en una plaza de primera categoría como la de Valencia.
Los astados de Guadalest, bien presentados y de variados pelajes, algunos con mucho cuajo y necesitados de un puyazo, resultaron en general exigentes y complicados. No se les puso la divisa a ninguno de ellos.
El colorado bociblanco, ojo de perdiz y bragado primero era un dije. Tuvo querencia a las tablas, y apretó hacia los adentros. Luego rompió en la muleta, metiendo la cara con derechura y repitiendo. Pero eso sí, exigiendo en todo momento que se lo hicieran las cosas bien. El jabonero y careto segundo tenia lustre. Algo distraído de salida y saliendode suelto, muy berreón y gazaponcito, no se terminó de emplear.
El burraco tercero, también se distrajo de salida. Luego, ayudado por su matador, fue y vino, aunque sin terminar de emplearse y no sobrado de clase, a pesar de que es un matador le ayudó mucho. Bizco y enmorrillado el negro cuarto, que también tuvo querencia a los adentros de salida y arreó. Se coló y se quedó corto por los dos pitones. Áspero, a la defensiva, y buscando detrás de las telas. Manso y distraído, embistió a oleadas y fue un regalo. El quinto, alto y enmorrillado, se plantó en los medios de salida.
Pareció necesitar un puyazo, al igual que el cuarto. Se acostó peligrosamente por los dos pitones. Y el castaño y cabezón cierra plaza tendió a pensárselo, no pasó y se quedó corto. Siempre buscó debajo de las telas con peligro.
Cristiano Gonzalez, de la escuela de Miguelturra (Ciudad Real), no se confíó con el capote. Con la muleta consiguió series de buen aíre con la mano derecha en una labor algo desigual que al final no tuvo remate y que fue deficientemente coronada con las armas tonicidas.
Juan Alberto Torrijos, de la escuela de Valencia, firmó un lucido quite al que abrió plaza. También lanceó con gusto a su oponente de turno. Brindó la faena a su padre, el matador de toros Juan Alberto. Firmó una faena de notable concepto, acompasada, limpia y con cierta expresión aunque, eso sí, algo desapasionada. A pesar de su bisoñez, cumplió con creces y reveló una interesante concepción del toreó. Mató de un pinchazo y una gran estocada. Luego estuvo toda la tarde muy atento a la lidia.
Jesús Ysiegas, de la escuela de Salamanca, puso de manifiesto estar muy toreado. Exhibió soltura, oficio y sentido de la ligazón. Y también fue capaz de estarse quieto cuando fue necesario y aguantó parones. Torero puesto y con proyección. Un emotivo epílogo genuflexo abrochó la faena.
Roberto Martín, de la escuela Mar de Nubes de Zaragoza, con buena planta y perfectamente vestido de torero, no tuvo opciones con un complicadísimo astado, que le hizo pasar las de Caín. Y le dio una sería voltereta al entrar a matar.
Antonio Fernández, de la escuela taurina de Málaga, brindó su novillo a El Ciento. Fue seriamente volteado al inicio del trasteo. Lo intentó con sincera entrega y plausible disposición por los dos pitones. Incluso fue capaz de acoplarse con la izquierda. Fue de nuevo seriamente cogido. Mató de una buena estocada.
Sergio Moreno, de la escuela taurina de Toledo, saludó con una larga al sexto. También firmó un prólogo genuflexo con la muleta, siendo finalmente revolcado. Hasta el cuatro ocasiones rodó por la arena, en una faena en la que, desbordado por las complicaciones de su oponente, anduvo a la deriva. Con todo, tuvo al mérito de no dejar de ponerse delante y no venirse abajo.
Foto: Mateo