Castillo de fuegos en la despedida de Enrique Ponce.
Lo comentó el propio Ponce en la cena del día de su despedida en Valencia. Recordarán los asistentes al festejo que, como las cosas no acababan de salir como se esperaba, el público se fue enfriando a medida que se anunciaban los tres de Juan Pedro Domecq, que cerraban la corrida. El quinto, segundo para Ponce, por la alternativa de Romero, no sirvió. Resultó malo para el torero y para los espectadores. Se le pitó en el arrastre. Ante ello, Ponce no lo dudó y pidió el sobrero, también de Domecq, que por cierto, al anunciarlo arreció la bronca.
Afortunadamente fue otra cosa. Ponce lo vio inmediatamente, como no podía ser de otra manera. Cuando llegó el culmen de la faena y afloraron las “poncinas”, el éxito estaba más que asegurado. Lo remató de una gran estocada y a sus manos fueron a parar las dos orejas.
Unos minutos antes la gente se vió sorprendida con un castillo de fuegos, más bien breve, pero de una gran belleza. Duró solo unos minutos y por la noche cuando se lo comentaron a Ponce en la cena de despedida, Ponce manifestó:
Afortunadamente fue otra cosa. Ponce lo vio inmediatamente, como no podía ser de otra manera. Cuando llegó el culmen de la faena y afloraron las “poncinas”, el éxito estaba más que asegurado. Lo remató de una gran estocada y a sus manos fueron a parar las dos orejas.
Unos minutos antes la gente se vió sorprendida con un castillo de fuegos, más bien breve, pero de una gran belleza. Duró solo unos minutos y por la noche cuando se lo comentaron a Ponce en la cena de despedida, Ponce manifestó:
– “Sí, ya sé quién ha sido, un chico de Chiva”.
Bueno, Enrique, será un chico de Chiva pero demostró que es un gran aficionado y además sirvió para que el broche final de tu despedida en Valencia fuese antológico.