Dentro de las singularidades de un negocio tan peculiar y atípico como el de los toros -en el que no hay, salvo las honrosas excepciones que confirman la regla, una estructura empresarial que lo sustente, sin estudios de mercados, cuentas de resultados, marketing ni herramienta alguna que pueda hacer pensar que se esté ante un sistema mínimamente operativo y solvente y cuya mayor similitud con empresas que sí lo son estriba en que se trata de una actividad que se realiza para obtener un beneficio- no es la menor el que se tenga en una no pequeña consideración a los protagonistas principales del mismo: los toreros. Y aunque pueda sonar extraño -casos hay de sobra para desmentirlo-, si se compara con otras actividades empresariales no es tan difícil establecer una gran diferencia favorable al mundo del toreo.
Viene esto a cuento por la oportunidad que se da a quien se esfuerza, trabaja, destaca y hace méritos suficientes para recibir aquella oportunidad. Aunque no sean pocos los que se quejen de lo contrario. Pero en los últimos años hemos asistido a la eclosión de un buen número de nuevos valores que han dejado claro que se puede contar con ellos y están empezando a tener sitio en plazas y ferias.
Es el último ejemplo, y significativo, el de Román, diestro al que se le empiezan a reconocer sus méritos y a dar sitio. Sus recientes triunfos en plazas como las de Madrid, Pamplona o Bilbao están siendo valorados como valen y en este tramo final de la temporada su nombre asoma ya en no pocos carteles. En unos contratado con anterioridad, en otros ocupando el sitio que dejan heridos, retirados o lesionados. Pero todo vale con tal de ir metiendo cabeza y estar en el disparadero. No es de los que se duerme en los laureles y, vivo y despierto como es, sabe que al público hay que darle todo. Como decía el genial Groucho -no confundir con su intérprete- “Si el cliente desea que le subamos los huevos cocidos en 15 minutos, se los subiremos en ¡10 minutos! Si los quiere en 10 minutos, los subiremos ¡en 3 minutos! Si los quiere para dentro de 3 minutos, ¡los tendrá en 1 minuto! y si los quiere en 1 minuto, ¡Le subiremos la gallina!”.
Pues él es de los que suben la gallina.
Si nos paramos en el show bussines es fácil comprobar su crudeza y falta de sensibilidad para con el artista, muchas veces reclutado sin preparación ni facultades, sin más ni más y como carne de cañón para un momento puntual, elaborados como producto de usar y tirar y cuyo éxito, si lo hubiese, es tan breve como un suspiro. Y ejemplos los hay a miles. ¿Quien se acuerda de las chicas tan guapas que cantaban lo de aserejé, ja deje tejebe tude jebere? ¿Y de los Milli Vanilli? ¿O de la cría aquella que cantaba algo de gorilas? por no hacer esta lista interminable ni remontarnos a mucho más tiempo atrás… En el toreo, en cambio, y aunque haya que sudar sangre y tragar muchas veces lo que no está escrito, la cosa es distinta y el reconocimiento se da. Una vez vez dentro, es fácil -como si fuese fácil estar bien todos los días ante un toro… y como si fuese fácil salir del capítulo novillero, ahora que apenas se dan funciones de este tipo y la promoción es mucho mas difícil…- aguantar varias temporadas en el circuito. Y al escalafón me remito.
Ojalá Román aguante el tirón y aproveche la ocasión. Aunque él no es de los que estén ahí por casualidad y haya progresado no poco en los últimos tiempos. Se lo merece. Y la fiesta, también.