Navalón entusiasma y corta tres orejas en su despedida de novillero.
Albacete, 9 de septiembre
Segunda de feria. Dos tercios de entrada.
Novillos de Montealto, bien presentados y de buen juego en conjunto.
Manuel Caballero (de tabaco y oro), oreja y oreja.
Samuel Navalón (de sangre de toro y oro), dos orejas con aviso y oreja tras aviso.
Javier Zulueta (de celeste y oro), silencio y silencio con dos avisos.
Se desmonteró tras parear al quinto Javier Perea.
Paco Delgado
Fotos: Alberto Núñez Aroca
Color local en la primera de las novilladas incluidas en el abono. Un festejo bien acogido no sólo por la afición local, fiel y adicta, sino por el público festivo y de aluvión, que procuró una muy digna entrada para este segundo festejo de la feria, en el que la nueva gran promesa, por el que suspiran albacetenses y valencianos, Samuel Navalón, se despedía de novillero tras una etapa en la categoría tan breve como fructífera y brillante.
Llegó a esta cita convaleciente de su reciente cornada en El Casar pero no por ello renunció a recibir a su primero con una larga de rodillas en lo que fue toda una declaración de intenciones. Veroniqueó luego con gusto y cadencia y se hizo ovacionar al quitar. Impávido, sin cantearse, relajado, pasándoselo muy cerca, sin conceder un enganchón ni una duda, con series largas y limpias, exprimió por completo a un novillo dócil y noblón que, a última hora, amagó con rajarse. Una estocada hábil y eficaz le abrió ya la puerta grande y ratificó su aptitud para subir de grado.
Volvió a lucirse al torear de capa al quinto, al que cuidó mucho en varas pero con el que a por todas. Tres pases cambiados por la espalda abrieron un trasteo tan dominador como pausado, con naturales interminables aunque el ímpetu de su oponente, un novillo de nota, le acabó desarmando en alguna ocasión. Pero se rehízo y remontó para finalizar su labor -larga labor: sonó un aviso mientras seguía muleteando- metido entre los pitones. Otra oreja y la certificación de una licenciatura con una media altísima y que le aboca aun doctorado inminente y prometedor.
Fue ovacionado el novillo que abría plaza, muy bien hecho y con su cuajo, apuntando ya a torito. Se dejó pegar en el peto y costó sacarle de su empeño, luciéndose el nuevo Manuel Caballero al quitar por chicuelinas. Un esfuerzo que acusó enseguida el animal, embistiendo al paso y sin gran entrega, y, naturalmente, sin generar emoción alguna. Su matador toreó con facilidad y pulcritud y se llevó una oreja tras una estocada trasera suficiente.
Se estiró al veroniquear al cuarto, que perdió las manos tras su paso por el caballo pero que fue a más en el último tercio. Caballero se creció y fue también sacando una faena in crescendo, muy templada, muy cruzado y entregado. Otra estocada a ley le sirvió para sellar asimismo su salida a hombros.
Impuso su ley de salida el tercero, al que se dio duro en varas y complicó la vida a sus banderilleros. Luego en la muleta no se comió a nadie, aunque cabeceó y quiso quitarse de encima la tela. Y se acabó pronto.
Justito de fuerza el sexto. Tuvo clara voluntad embestidora pero le faltó fuelle para desarrollarla. Lo intentó Zulueta pero sin obtener nada positivo. Y matando, además, muy mal, salvando de milagro el tercer aviso.