Factor fundamental en la vida es el saber comportarse en todo momento y lugar. Algo que, desgraciadamente, a no todo el mundo alcanza. El problema se agrava cuando quien se muestra patán, zafio y grosero es una autoridad con altas responsabilidades de gestión y gobierno.
Paco Delgado
Aunque ya nada debería sorprendernos de estos gobernantes que nos han caído en desgracia, como plaga bíblica, la verdad es que su capacidad para encanallar al personal parece infinita.
Una de las últimas jugadas, y para el mundo taurino especialmente significativa, fue el feo que durante el acto de entrega de los Premios Nacionales de Cultura que concede el Ministerio del ramo, el titular del mismo -que hace bien poco satisfizo su ansia personal de hacer daño a la tauromaquia eliminando del catálogo del Ministerio del que es titular por un desatino, otro, de quien nos mangonea a su antojo e interés personal- hizo a Julián López “El Juli”, cuando al ir el torero madrileño a recibir su galardón, correspondiente al año pasado, y al pasar por delante del ¿señor? ministro este le retiró la mirada y no aplaudió como sí hizo con el resto de premiados.
El Juli, que para eso es torero, con redaños, y educación, le afeó su conducta y reprochó su actitud, no sé si sacándole los colores -la cara dura de este personaje, como la de la mayoría de sus colegas, parece esculpida no ya con diamante, sino con lonsdaleita, un mineral cristalino de seis caras que parece ser desde hace poco el mineral más duro de cuantos existen en el planeta Tierra- pero dejando clara su postura.
Si cuando, al principio de su mandato, sonrió como hiena al premiar a los hermanos Miura, el disimulo le ha durado poco y ahora ya no esconde su rechazo frontal a una actividad que le repugna pero que entra de lleno entre las que figuran en su negociado, mal que le pese.
Ahora bien, con este tema de los insultos y demás hay que tener cuidado. Las ofensas se han convertido prácticamente en el único medio que esgrimen algunas personas para “defender” sus argumentos. Como resultado, la sensación de ofensa crece, generando una ola de resentimiento. La ofensa no es más que un sentimiento causado por un golpe al honor de una persona, o un grupo, como es el caso que nos ocupa y preocupa, que diría García, el cual contradice su autoconcepto y la imagen que tiene de sí misma. La persona se siente ofendida cuando cree que alguien ha dicho o hecho algo que va en contra de sus normas más importantes o valores.
El mundo del toro debe asumir que ahora mismo tiene la enemiga no sólo de los grupúsculos antitaurinos, los mal llamados animalistas y los todavía peor autodenominados ecologistas: también tiene en contra al actual sistema, con un Gobierno que se está demostrando corrupto hasta la médula y apoyado y sostenido por una caterva de partidos, o lo que sean, que le mantienen únicamente por sus propios intereses, que chocan frontalmente con los de la nación como unidad (no de destino ante lo universal, ojo), y en los que el espectáculo taurino se asimila al régimen anterior y a un concepto de España que no admiten porque en él no tienen cabida ni medio para sus chanchullos y trapicheos.
O sea, que debe luchar con sus propias armas, que no son pocas ni pequeñas, desde el fortísimo arraigo que tiene el toro en prácticamente todo nuestro país hasta el cada día más numeroso público que acude a las plazas, pasando por el respaldo de numerosas Comunidades Autonómicas que no se avergüenzan de una de nuestras principales señas de identidad.
Pero, claro, tampoco se puede estar siempre a la sopa boba ni esperando que nos saquen las castañas del fuego, algo, desgraciadamente, muy común y frecuente en nuestra actual clase dirigente taurina, que confía la bonanza de su negocio a la acción de los aficionados sin mover ellos ni el dedo meñique.
Cuanto más importante sea el tipo de relación que mantenemos con el ofensor, más intenso será el sentimiento de ofensa, así que, como siempre ha sucedido, lo que hay que hacer es ponerse manos a la obra para conseguir que todo lo que se diga o haga desde el frente nos sea indiferente por que hemos logrado blindar lo que más nos gusta. Y que para muchos es su vida.