El escritor Eugenio Noel, quien combatió con empeño el flamenco y los toros, a pesar de ello no dejaba de ser un aficionado a la fiesta de los toros, espectáculo que estudió con interés y al que acudía con frecuencia.
Enrique Amat
Noel es elseudónimo de Eugenio Muñoz Díaz, quien nació en Madrid el 6 de septiembre de 1885. De humildísima extracción social, era hijo de una sirvienta y de un lazarillo de ciego. Tras cursar sus primeros estudios, ingresó como seminarista en los cartujos de Tardajos, en Burgos.
Noel descubrió pronto su falta de vocación religiosa y regresó a Madrid, pero prosiguió sus estudios en el Seminario Conciliar de San Dámaso y posteriormente en Malinas (Bélgica), con el cardenal Mercier. De nuevo en Madrid, asistió durante muy poco tiempo a clases de Derecho en la Universidad. Comenzó entonces a vivir la bohemia literaria madrileña. Era un habitual de la tertulia del Café Nuevo de Levante que presidía el gran Ramón María del Valle Inclán y en esta etapa publicó “Alma de santa”, su primera novela corta, y colaboró en “El Imparcial”, gracias a la ayuda de José Ortega y Gasset.
A principios del siglo XX, su espíritu regeneracionista le impulsó hacia el antitaurinismo, dentro de la corriente cívica de opinión que venía a combatir un fenómeno más ampliamente denominado flamenquismo. Azote implacable del hecho taurino, lideró esta corriente.
Su utilización negativa de los arquetipos taurinos que narra en obras de ficción como Las capeas, La novela del toro o El picador Veneno, no siempre consigue despojarle de su condición de excelente conocedor del fenómeno taurino. Ello le hizo sucumbir al encanto de los componentes más nobles del toreo y caer en la complacencia de cuanto describía. Esta contradicción fue observada así por Ramón Gómez de la Serna: «Noel da una fiesta de toros al revés. Es el antitorero, pero tan flamenco como un torero».
Noel, hombre de ideología republicana y devoto seguidor de las ideas regeneradoras de Joaquín Costa, estaba convencido de que los males de España radicaban en la incultura, en la excesiva influencia del clero y en la afición a los toros y al flamenco. Como un apóstol obstinado y convencido, en 1913 inició una apasionada y titánica campaña antitaurina y antiflamenca a la que dedicó el resto de su vida y durante la cual recorrió, en condiciones casi siempre penosas, multitud de pueblos y ciudades de España. En 1914 fundó el periódico El Flamenco. Semanario antiflamenquista, que más tarde se llamó El Chispero y que desapareció a las seis semanas por falta de medios económicos. En el transcurso de la campaña (en la que habló en ateneos, teatros, casas del pueblo, casinos y todo tipo de centros cívicos y culturales) Noel consiguió una enorme popularidad, pero su afán polemista suscitó también el rechazo de muchas personas, la crítica feroz e incluso fue atacado físicamente en alguna ocasión.
Uno de los hechos más mediáticos de su campaña antitaurina tuvo lugar en el transcurso de una corrida celebrada en el mes de julio de 1912, cuando Rafael El Gallo, animado por el público que identificó a Noel sentado en el tendido, tuvo la ocurrencia de brindarle un toro y regalarle una de las orejas que cortó. En otra ocasión, en San Sebastián, El Gallo se retrató con Noel antes de una corrida, y el escritor antitaurino consignó en su diario sobre el gesto del torero: “Lo que hizo fue darme un cartel de mil demonios”.
Publicó más de treinta novelas cortas y una larga, “Las siete Cucas” (1927), también la más lograda y la más interesante de todas. Como ensayista, es autor de una obra amplia y original, muy personal, en la que cabe mencionar títulos como: El flamenquismo y las corridas de toros, República y flamenquismo, Pan y toros, Señoritos, chulos, fenómenos, gitanos y flamencos, Nervios de la raza, Las capeas, Piel de España, Semana Santa en Sevilla, Vidas de santos, mártires, diablos, clérigos y almas en pena, España nervio a nervio, Vidas pintorescas de fenómenos, toreros enfermos, diestros y siniestros de embrutecimiento nacional, Raza y alma y Aguafuertes ibéricos.
Considerado con toda justicia por la crítica como un epígono de la Generación del 98, Eugenio Noel representa una voz muy peculiar en la historia de la literatura español.