Me pierdo. Sé que estamos en un profundo manicomio nacional y hasta mundial. Pero es que no me creo lo que estoy viendo. El covi está haciendo estragos en las cabezas. Ni en los sueños más terribles me lo hubiera imaginado. Pero así estamos.
Ricardo Díaz-Manresa
Con las leyes de protección animal, antimaltrato, cuidados, que están bien pero, cuando prima la locura y la exageración, desbarramos. La última ley –en espera– es admitir que los animales son parte de la familia, y legalmente habrá que tratarlos así y, en caso de rompimiento de matrimonio o pareja, se dictaminará quién se queda con las mascotas, si en custodia permanente o compartida. Salvo que hablen y elijan. Una delicia.
Porque, pregunto yo, los animales son familia, o quieren que lo sean, pero los animales son animales irracionales al servicio del hombre, que tiene que cuidarlos todo lo que pueda. “Es uno más de la familia” se ha dicho muchas veces y desde hace bastante tiempo. Pero era una figura cariñosa que va a hacerse realidad.
La Naturaleza –no lo olviden– es la que manda, pero que si quieres arroz Catalina…
Perros, gatos y demás “familia” tendrán derechos y seguirán sin ninguna obligación. Comprendo a los que los tienen por compañía para paliar su soledad. Admiro a los perros que ayudan a los ciegos, a los especialistas que hacen trabajos estupendos en las desgracias y catástrofes, a los que son mano importante en la policía y cuerpos de seguridad, los que cuidan de las fincas, cortijos y grandes extensiones de terreno, los que ayudan a los pastores con el ganado y a los vaqueros y mayorales con los toros bravos. Fundamentales .¡Vaya labores admirables y ejemplares que hacen! Increíbles e impagables. Como los caballos en múltiples casos.
Ahora, y especialmente las mascotas domésticas, tendrán padres y madres humanos además de los biológicos, que no sabe la mayoría quiénes son, pero así funciona esto durante siglos, desde que empezó el mundo.
Pero ¿y los toros? ¿y tantos animales salvajes o de gran tamaño? ¿En qué salón familiar tendrán cabida? Reivindico sus derechos. Que les pongan en la ciudad un recinto pegado al salón para que los vean y mimen. Pero como supongo que será imposible, salvo opinión irrebatible de la caterva de animalistas, pues al campo.
No es de recibo que las mascotas tengan su sillón en la casa familiar, su bebida fresquita en la mesa y su seguro de enfermedad y que a los demás –toros, especies salvajes o de gran tamaño, incómodos, por tanto, de acoplar- los dejen huérfanos. O para todos o para ninguno.
Animales con familia, sí, y los demás no. ¿Esto qué es?
Hay que ampliar el manicomio nacional e internacional. Mucha gente se sigue muriendo de hambre o pasándolo muy mal.
Equilibrio, por favor.