Julio Méndez, que entró en la feria por la vía de la sustitución, paseó el único trofeo de la tarde.
Algemesí, 26 de septiembre
Séptima de la Feria de las Novilladas.
Lleno.
Novillos de San Isidro, desiguales de presentación y juego; el mejor el cuarto.
Martín Morilla (de malva y oro), silencio y vuelta por su cuenta.
Julio Méndez (de turquesa y oro), silencio tras aviso y oreja.
De las cuadrillas destacó Tito.
Paco Delgado
Foto: Mateo
Se olvidaron en el palco de ordenar un minuto de silencio en fecha tan señalada, 26 de septiembre, y se olvidaron de un nombre tan glorioso como el de Paquirri, que dejó su vida en un ruedo tal día como ayer de 1984. Tampoco nadie se acordó de un novillero local, que el día antes había salido a hombros, para ocupar la baja del herido Julio Norte, vacante que ocupó finalmente Julio Méndez que sí supo sacar rédito de esta sustitución y paseó la única de la oreja de la tarde, perdiendo la puerta grande al hacerse un lío con los estoques para acabar con su primero.
Se lidió un encierro de San Isidro, ganadería debutante en la feria, que echó dos novillos, primero y segundo, muy justitos de presencia, chicos y comodísimos, y otros dos con mucho más cuajo y seriedad y, además, de un mucho mejor comportamiento. Fue con el cuarto cuando Méndez logró su triunfo, luciéndose al torear de capa a un novillo que embistió con prontitud y fijeza y al que toreó muy asentado y sereno, ligando en redondo con temple y empaque, llevando muy toreado a su oponente y aguantando valiente las dudas de última hora de un ejemplar al que dejó crudo en varas pero exprimió en el último tercio.
Anduvo muy dispuesto con su más terciado primero, que colaboró poco y dobló ya en el inicio de trasteo. Le fue dando confianza el novillero y supo acoplarse a la velocidad y ritmo que pedía el de San Isidro, desperdiciando lo hecho con la muleta al fallar mucho más de la cuenta al matar.
Mal picado y rajado ya en banderillas, el primero de la tarde, aunque con pocas opciones, se acabó dejando, sacando Martín Morilla un trasteo sin continuidad ni conexión en su estructura.
No se acabó de acoplar con el mucho más serio tercero, al que dejó que le dieran un palizón en varas, sin mando ni sometimiento y permitiendo que el novillo se fuese poniendo cada vez más a la defensiva.







