Sabido es que el mundo taurino está plagado de supersticiosos y algunos incluso portadores de amuletos o talismanes.
Es el caso del matador de toros Víctor Quesada. Tenía un mozo de espadas que era muy supersticioso. Siempre portaba un canario enjaulado que dejaba sobre un soporte en la habitación del hotel.
En su debut como novillero en Madrid, le visitó un amigo y al sacar una espada del fundón, tropezó con la base de la jaula rompiéndose la misma.
El canario desapareció por el balcón que se encontraba abierto.
Cuando llegó Ovidio, que así se llamaba el mozo de espadas, y se enteró rompió a llorar y desapareció lo mismo que el canario, “por lo que tuve que agenciarme con otro mozo para que híciese su labor -contaba el propio Quesada-. Cuando volví a ver a Ovidio fue en la enfermería de la plaza, ya que mi primer novillo de la ganadería de Flores Albarran me había pegado una cornada grave. Ovidio presumía de que esa misma tarde pronosticaba que me iban a dar una cornada, por esa razón no quiso estar presente y se marchó del hotel.
Lo cierto es que hasta el día que voló el pájaro todas mis actuaciones habían sido triunfales”.
Y el canario … volando…