El célebre bolero dice aquello de que veinte años no es nada. Y tampoco parecen tantos los treinta que han pasado desde aquel 31 de mayo de 1993, fecha en la que Javier Vázquez cortó dos orejas a un toro de Román Sorando y abrió la puerta grande de Madrid. Ahora está afincado en Valencia donde vive y disfruta de la vida.

Efectivamente, han pasado treinta años, pero parece que fue ayer. Aunque hay que mirar al futuro y a mí me gusta ir hacia delante, pero recordar es volver a vivir. Aquello fue muy bonito. Al final somos el producto de lo que hemos pasado, de lo que hemos vivido, para bien o para mal. Esta tarde fue para mí como tocar el cielo con los dedos después de mucho esfuerzo y trabajo. Gracias a Dios, esa corrida cambió mi vida, después de muchos sacrificios“.
No tenía ni apoderado.
“No, me empezaron a salir aquel día. Mientras tanto, me hacía las cosas yo mismo. De hecho, llegué a este festejo sin apenas haber hecho campo. Mi padre me dejó un dinero para comprarme cinco toros y matarlos a puerta cerrada. Hice algunos pocos tentaderos y luego maté otros dos toros antes de la alternativa. Así llegué a esa tarde. Las cosas salieron bien, y tuvo repercusión porque en aquellos momentos la televisión hacía mucho caso a los toros. Y me puso en la línea de salida con la élite del toreo.”
Hacerse uno las cosas, debe ser duro.
“Sí. Es ir haciéndote mayor. Yo en principio pensaba que con entrenar bastaba, y estar formado como torero y que las cosas saldrían bien. Pero el triunfo había que administrarlo. Hacía las cosas bien, porque hay que saber precisamente eso. Que se deben hacer las cosas como corresponde: hablar cuando hay que hablar y callar cuando hay que callar. En una palabra, la madurez. En el toro todo pasa muy rápido y cuando te das cuenta, ha pasado en un suspiro y no te has enterado. “
El triunfo llegó pronto, apenas un mes después de la alternativa.
“Sí, porque yo la tomé el 3 de abril y en apenas dos meses abrí la puerta grande de Madrid. Pero antes llevaba un bagaje de preparación muy amplio. Mi carrera de novillero fue muy larga. Cinco años en los que toreé hasta ocho tardes en Madrid. Pero, estando bien, allí no mataba los novillos. Y entonces al no llegar al triunfo, me tuve que curtir en novilladas duras porque se me negaba el triunfo importante en Las Ventas. Fallaba siempre con el estoque, que por otra parte era muy fuerte. Luego, aquel 31 de mayo, lo que son las cosas, cambió la suerte, pero de todas maneras esto es una lucha y se requiere una continua preparación.”
Tanto pinchar en Madrid de novillero y luego va y le dan el premio a la mejor estocada de aquella Feria.
“Aquellos fallos a espadas de novillero fue lo que facilitó luego el que matase bien el día 31 de mayo. Porque como he dicho, siempre en las tardes claves fallaba con la espada, que era muy fuerte. Y así se iba una ocasión y la oportunidad. Yo estaba bien, pero no acababa de rematar. Pero bueno, tuvo su lado positivo. Porque así, cuando llega el momento, tienes que darlo todo y estar preparado y eso me hizo entrenarme mucho. La espada es muy importante, yo se lo digo siempre los chicos. Si hay que matar toros, incluso en el campo, se matan por derecho. Es un rodaje duro, hay que matar sí o sí y estar preparado porque si no hay goles como en el fútbol, las cosas son distintas. No puntúas. Y por eso tienes que estar preparado y que las cosas te cojan con la cabeza clara.”
Hubo una cierta justicia poética aquella tarde.
“Se puede decir que sí. Por los fallos de antes, porque insisto, si no hay orejas, por muy bien que haya estado uno, e incluso tenga el reconocimiento de los profesionales, no se rompe. Te ganas el respeto, pero no es suficiente porque el sistema te exige mucho. Por eso lo del 31 de mayo fue como tocar el cielo. Ese invierno no tenía apoderado y como digo, hice muy pocos tentaderos y me tuve que comprar toros para prepararme. Luego se alinearon los astros y Dios quiso que triunfase. Aquel día en el primero estuve bien, pero no pasó nada. Yo pensé que se me ha ido otra vez y que habría que seguir luchando porque no había resuelto. El segundo toro se lesionó, y al final fue el sobrero el del triunfo gordo. Pero fíjate que, si no sale el sobrero, si aquel toro lesionado no va a los corrales, pues se hubiera pasado la tarde en blanco. Esta es una profesión muy bonita y que requiere una absoluta dedicación. Es muy dura, como unas oposiciones a notarías o registros, por ejemplo. Te estás preparando, estudiando. entrenando y viviendo para ello encerrado en casa. Y al final si el día clave las cosas no salen bien, tienes que volver a seguir encerrado hasta una nueva oportunidad. Y hay que seguir esperando. Yo trabajaba con mi padre, pero con mentalidad de vivir en torero al cien por cien. Por eso, aunque no torease o no tuviera perspectivas de torear vivía y para el toreot+. Y entrenaba siempre como si fuese a torear 80 corridas. Por eso me cogió la tarde clave muy preparado. En esta profesión he llegado al máximo que ha estado en mi mano. Si no llegue a más, fue por las circunstancias, pero estoy satisfecho con lo que llegué a conseguir en los ruedos. Mucho, poco o regular.”
Se pegó alguna vuelta a España.
“Hombre, eso es lo más bonito que hay. Pero en esta profesión todo es muy sacrificado. Das un paso adelante y luego dos para atrás. Es duro cuando consigues algo, el poder mantenerte. Un fracaso te supone muchos pasos de retroceso. Un triunfo cuesta mucho conseguirlo y al final es solo un pasito. Y una tarde mala te hace retroceder el doble de lo que has adelantado. Por eso hay que saber afrontar las cosas, ser feliz y ir feliz a la plaza. Y si no llega el triunfo, aceptarlo. Será por las circunstancias. Pero siempre siguiendo una línea propia. Esta profesión es corta. Yo aguanté varios años en la parte de arriba del escalafón, pero me costó mucho esfuerzo. Como digo, esto es muy bonito, pero para una alegría que te llevas, también te llevas veinte berrinches. Dar un paso adelante cuesta mucho y para atrás es muy fácil darlo. Hay que pasar una reválida continua y cada día. cada actuación supone una exigencia brutal. Lo más difícil que hay en el toreo es ganar dinero, que te paguen por hacer esto, ser profesional.”
Eso es lo más importante.
“Porque uno empieza de novillero sin caballos, torea, luego debuta con picadores, se llega incluso a la alternativa. Pero, de ahí a resolverte la vida hay un trecho. Esta es una profesión muy ingrata y muy sacrificada. Porque cuando hay dinero, enseguida llegan los codazos para quitarte de la mesa. Pisas callos y todos te lo ponen difícil para que no entres en el reparto. Por eso, cuando salen las cosas, es un gusto. Las figuras lo viven con más estabilidad, pero yo siempre fui con el agua al cuello. Y al final hay que decir que no te vas de esto, te echan. Hay casos de toreros que se cansan y se van cuando quieren, pero al final a casi todos les acaban por echar. Porque llegan otros toreros nuevos, porque no revalidas los triunfos, porque la gente se cansa. Porque llegas a un techo, por circunstancias de la vida. Aunque la última llave para seguir en esto está en tu mano, pero hay muchas cosas que te llevan a tomar decisiones.”
Aunque usted luchó solo, tuvo buenos apoderados, entre ellos alguien tan importante como Manolo Lozano.
“Manolo fue importante, porque empezó conmigo el año que rompí y había problemas para encontrar gente a tu lado. Mi padre hacía lo que podía. Manolo, aparte de ser un gran taurino, fue muy honrado conmigo. Me contaba las cosas con claridad. Me decía que había tener ilusión para arrimarte, para poder resolver tu vida y sabía hablar con esa claridad y esa sinceridad. Que había que hacer las cosas bien aprovechar cuando salían y no dejar irse el tren.”
El triunfo de Fernando Adrián, precisamente el día que se cumplan los treinta años de su puerta grande, fue para usted algo emotivo.
“Pues sí, porque Adrián fue alumno mío, cuando yo estaba de profesor en la escuela de El Juli. El comenzaba torear sin picadores. No todos llegan ni a matador de toros ni menos a San Isidro. Era una corrida en la que yo tenía mucho interés. Lo mejor cuando te retiras del toreo es ver a los toreros que triunfan, sobre todo si han pasado por tus manos. Cuando tú llevas a un torero es otra cosa, porque quieres que triunfe a toda costa, pero si uno no tiene interés en este negocio y solo le interesa el disfrute como aficionado, es un gusto y un placer.”







