El Premio Nobel de Literatura era un gran aficionado a los toros.
El escritor peruano Mario Vargas Llosa falleció ayer, a los 89 años de edad, en su domicilio de Lima.
Según un comunicado emitido por su hijo Alvaro Vargas Llosa, el autor ha muerto rodeado de su familia y en un ambiente de paz, anunciando que no habrá ninguna ceremonia pública y que los restos de su padre serán incinerados como fue su voluntad.
Nacido en la ciudad peruana de Arequipa en 1936,en 1952 empezó a trabajar como periodista en el diario limeño La Crónica, trasladándose más tarde a Madrid y posteriormente a París, donde terminó de escribir su primera novela, La ciudad y los perros. También en París conoció al editor español Carlos Barral, que sería decisivo en su carrera.
Entre su abundante producción literaria hay que destacar La casa verde, Pantaleón y las visitadoras, Conversaciones en La Catedral, Lituma en los Andes, La fiesta del Chivo o Las travesuras de la niña mala, siendo considerado, junto a Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, uno de los principales exponentes de la literatura hispanoamericana.
Ganó el Premio Nobel, el Cervantes, el Príncipe de Asturias o el Planeta, entre otros muchos, siendo también el primer autor de lengua española en pertenecer a la Academia de la Lengua de Francia, habiendo ingresado años antes en la Real Academia Española.
Fue, también, un gran aficionado a los toros y un ferviente defensor de la tauromaquia, de la que dijo que “Los toros son una esencia de la creación de Europa, de nuestra civilización. La fiesta está vinculada al pueblo y hay que luchar por ello”. Hace unos años colaboró con Avance Taurino en la exposición Los toros son Cultura ¡Claro que sí!, en cuyo catálogo manifestó que “Si abolieran las referencias a los toros, se empobrecería la poesía, la pintura, la música o la filosofía, ya que la tauromaquia ha irrigado prácticamente todas las manifestaciones de creatividad artística y cultural”.
