Ayer se cumplió el aniversario del fallecimiento de uno de los toreros más importantes de su época. José Delgado Hillo fue uno de los primeros tratadistas de la tauromaquia. Espada de relevancia en su época, fue corneado el 11 de mayo de 1801 en Madrid por el toro Barbudo. Este hecho fue reflejado en uno de los aguafuertes de la célebre Tauromaquia de Goya y su figura dio pie a una célebre zarzuela de Puente y Brañas.
Ricardo Puente y Brañas nació en La Coruña en 1835. Se dio a conocer como autor dramático y escribió numerosas zarzuelas y comedias que tuvieron un gran éxito. Sus aficiones literarias le llevaron a compaginar su carrera de funcionario con el mundo literario y periodístico. Como periodista, colaboró en medios como El Defensor de Galicia ó El Clamor de Galicia y la publicación satírica de carácter bilingüe La Gata Gallega. También llegó a dirigir El Iris de Galicia. Como funcionario del Estado, ostentó puestos de importancia, llegando a ser gobernador civil de León y de Alicante. Finalizó como jefe de prensa de la presidencia del Consejo de Ministros, durante el reinado de Alfonso XII.
En 1859 se trasladó a Madrid, donde ese mismo año publicó la comedia El hongo y el miriñaque. Dedicado a la producción teatral desde entonces, estrenó obras como La mina de oro. En su faceta de libretista de zarzuelas, el 24 de diciembre de 1866 se estrenó su obra El pavo de Navidad por la compañía de Los Bufos de Francisco Arderius, con música de Asenjo Barbieri.
Dentro de su producción como libretista, merece destacarse la zarzuela Pepe-Hillo, a la que puso música el maestro Fulgencio Cereceda, que también fue estrenada por los citados Bufos de Arderius, el 1 de octubre de 1870.
Una obra en cuatro actos y seis cuadros, que se desarrolla durante el reinado de Carlos I. Al margen de sus méritos musicales, tenía el picante de unas controversias políticas que llegaron a provocar su prohibición por los gobiernos revolucionarios de la época. La obra es interesante y tiene escenas sugestivas, como el reparto de la sopa boba durante el primer acto, que parece arrancada de un cuadro de costumbres. Los otros cinco cuadros de la obra son: El arrastradero, El escapulario, En los toros, La beata Clara y El látigo.
En ella aparece en escena la vieja plaza de Madrid situada en la Puerta de Alcalá, inmueble que no respetó el marqués de Salamanca, quien en su afán de ordenar el barrio que lleva su nombre se llevó por delante la plaza. Tuvo un gran éxito, al que contribuyó la música y sobre todo el pasodoble, que se hizo muy popular, y que hoy todavía se interpreta en las plazas de toros.