Después de haber vivido una enorme cantidad de festejos de todo tipo y condición, disfrutado de ferias como las de Albacete, Murcia, Salamanca, Valladolid, Guadalajara y un muy largo etcétera, septiembre, el mes más taurino del año, cierra con un aldabonazo excepcional: la Feria de las Novilladas, con la que Algemesí vuelve a protagonizar su maravillosa hazaña anual.

Paco Delgado
Si tomamos como referencia y anécdota para comentar lo relacionado con este noveno mes del año la canción Sealed with a kiss, de Bobby Vinton -uno de los artistas con cifras de ventas más alucinantes de la historia, a la par que, por ejemplo, Elvis Presley, y considerado por Bilboard como “el cantante del amor de mayor éxito de todos los tiempos, con más números uno, entre 1962 y 1972, que cualquier otro vocalista masculino”-, habría que modificar algo, bueno una parte bastante sustancial, de su letra, pues en la misma se hace referencia a lo duro que es separarse de quien has conocido en verano cuando llega septiembre y ahora y para nuestro caso hay que hacerlo de lo gratificante y satisfactorio que resulta el final de este mes por un hecho que cada año nos proporciona esta alegría: la celebración de la semana de toros de Algemesí.
Una semana también distinta a cualquier otra, puesto que consta de diez días, desde el penúltimo viernes de mes al domingo de la semana siguiente, nada menos. Y con nueve de esas fechas con toros.
Un evento que con más de 400 años de historia -sí, han leído bien, mas de 400 años: nuestro compañero Carlos Bueno, una de las personas más autorizadas y que más saben del tema, asegura que el documento más antiguo del que se tiene constancia de la celebración de fiestas taurinas en esta ciudad data de 1601- sigue vivo y tan fresco y rozagante como si se hubiese puesto en marcha hace nada.
Es, además, una feria diferente y especial por su organización, montaje, desarrollo y escenario. El Ayuntamiento, que delega en la Comisión Taurina, es quien ordena y regula; se contrata -y se paga, lo que no en todas partes es, desgraciadamente, habitual-, a los novilleros más destacados y relevantes de la temporada, sobre cuyo escalafón recae el peso del serial; son festejos de cuatro novillos para dos novilleros, algo que se ha puesto de moda ya en muchas otras partes; las peñas locales son las que aportan el presupuesto sobre el que se basa este ciclo y las encargadas de construir y desmontar la tan peculiar plaza en la que tienen lugar las funciones que se dan en este serial y que se llena a diario.
Escribía la semana pasada el gran Ricardo Díaz-Manresa del éxito de la feria de novilladas de Arganda del Rey -una feria creada a imagen y semejanza de la algemesinense hace tan sólo un cuarto de siglo- al haber logrado llenar su plaza durante los seis días de festejos, pues Algemesí hace lo mismo pero… durante nueve días. El coso algemesinense, una verdadera obra maestra de la arquitectura rural, se colma hasta las banderas cada tarde y las más de 4.000 localidades que acoge se ocupan a diario, así como el amplísimo tendido de los sastres que la circunda -todos los edificios que dan forma a la plaza Mayor de la ciudad tienen sus balcones, terrazas y azoteas a reventar-, dando fe y ejemplo de afición.
Tiene esta Feria de las Novilladas otra particularidad: y es que, desde hace unos años, tiene que luchar denodadamente contra factores externos que tratan de torpedearla. Fue primero la crisis económica de 2008, que a tanto negocio arruinó y que hizo disminuir de forma drástica su presupuesto. Pero se superó. Llegó luego la pandemia del covid, que incluso hizo que aquel 2020 no se pudiese celebrar. Al año siguiente ya se volvió a dar. Luego, los listos de siempre se empeñaron en que los niños no fuesen a la plaza porque eran fechas lectivas… y el año pasado la dana de octubre arrasó el pueblo… También se ha superado el desastre y este año, a pesar de todo, hay semana taurina.
Cuando acaba septiembre Algemesí se vuelve a paralizar sin mas festividad, civil o religiosa, que los toros ¡Viva Algemesí!







