Tomás Bastos y Juan Alberto Torrijos salen a hombros en Algemesí a pesar del poco juego del ganado.
Algemesí, 25 de septiembre
Sexta de la Feria de las Novilladas.
Lleno.
Novillos de Ángel Gómez, justos de presentación y fuerza, deslucidos.
Tomás Bastos (de blanco y azabache), oreja y oreja.
Juan Alberto Torrijos (de lila y plata), dos orejas y vuelta al ruedo con aviso.
De las cuadrillas destacaron Vicente Soler y Sergio Pérez.
Paco Delgado
Foto: Mateo
Siempre, hasta no hace tanto, un torero podía considerarse ya figura, al margen de sus contratos, honorarios y fuerza, cuando tenía a su nombre peña, anís y pasodoble. Juan Alberto Torrijos, que lleva una temporada como novillero con caballos ya va haciendo camino en ese sentido y, de momento, ya tiene pasodoble. Ayer se estrenó en Algemesí, en una función en la que demostró que de seguir así también tendrá pronto peña o club taurino bajo su advocación y, si todavía se lleva, su nombre puesto en la etiqueta de una botella de anís.
En la sexta función de la Feria de las Novilladas se lidió un encierro de Ángel Gómez de tan justa presencia como energía, siendo licenciado del primer tercio con apenas un refilonazo y a veces, ni eso. Pero su casi nula empenta hizo imposible el seguir los engaños y plantear su pelea muy a la defensiva, poniendo muy difícil el lucimiento de sus matadores. Que aún con todo, lo consiguieron.
Juan Alberto se fue a recibir a sus dos oponentes a portagayola -al primero de espalda- y derrochó valor y disposición a espuertas, demostrando actitud y ganas de ser torero. Ayudó mucho a su enclenque primero, que al más mínimo requerimiento se iba a la suelo y puso a sus paisanos en pie con los ceñidísimos pases de espalada y de rodilla con que inició su segunda faena, en la que dejó los mejores y más templados muletazos de la tarde y exprimió al utrero. Los reiterados fallos con el verduguillo redujeron un triunfo apoteósico a una vuelta al ruedo.
También anduvo en novillero y arrojado Tomás Bastos, que se llevó un buen susto cuando su primero le enganchó de salida y le estampó contra las tablas, sin que afortunadamente hubiese que lamentar más daños que los destrozos en el traje. Aún sin picar el novillo se puso enseguida a la defensiva y pendiente del bulto, siendo imposible sacarle un muletazo. De nuevo estuvo variado y florido con la capa y banderilleó con mucho aparato, toreando luego con mucho temple y muy despacio a otro novillo del que estuvo muy por encima.