La novela La hija del caníbal, de la periodista Rosa Montero, contiene varios pasajes taurinos en los que retrata, con crudo verismo, dramáticas experiencias vividas por esos pueblos por los toreros modestos durante los años treinta del siglo pasado.

Enrique Amat
Algo de ello debió contarle a Montero su padre, quien fue el destacado novillero Pascual Montero El Señorito, quien pasó a convertirse, más tarde, en eficaz banderillero quien actuó a las órdenes de toreros de la talla de Carlos Arruza, Aguado de Castro y Mario Cabré. Como novillero, Pascual Montero se presentó en Madrid el 6 de agosto de 1939. Aquel día se lidiaron novillos de Manuel Arranz y Nogales Megías para rejones y alternó con Raimundo Serrano, Morenito de Talavera y el rejoneador Paquito Mascarenhas, quien llevó como sobresaliente a Ángel Monasterio. Repitió el 26 de octubre de 1941 para lidiar reses de Manuel Arranz junto a Mariano Rodríguez y Luis Mata Y el 13 de septiembre de 1942 lidió utreros de Gabriel González junto a Julián Marín, Angelete y el rejoneador Paquito Nascarenhas, con Manuel Fernández Jerezano como sobresaliente.
En esta novela, Lucía Romero es una escritora quien viaja a Viena con su esposo, Ramón. Este desaparece en los urinarios del aeropuerto momentos antes de la salida. Aunque denuncia esta desaparición a la policía, Lucía acaba por embarcarse en el avión para vivir una sucesión de imprevistos y sucesos propios de novela negra que se ven aderezados por la brusca irrupción en su vida, de dos personajes. Un hombre demasiado joven para ella como es Adrián, y otro demasiado mayor, el octogenario Félix Roble, apodado Fortuna o Fortunita, antiguo torero, viejo anarquista y pistolero con Durruti.
A lo largo de la narración, Fortuna describe sus vivencias como torero en festejos en los pueblos, tras llegar a Madrid en el año 1926. Especial realismo tiene la narración de una novillada que se celebra en Bustarviejo, en la que es corneado el novillero Teófilo Hidalgo. Un aguafuerte que recuerda la novela Los clarines del miedo, de Lera. O la cornada mortal que sufre su protector Crespito en Torrelaguna. También se encuentra en la novela una sugestiva descripción de los ambientes taurinos madrileños de la época, y la autora no olvida citar a su padre banderillero en un pasaje del relato.
Rosa Montero nació el 3 de enero de 1951. Hija del citado torero de un ama de casa, estudió periodismo y psicología, aunque abandonó esta última carrera en cuarto curso. Colaboró con grupos de teatro independiente como Tábano o Canon, comenzó a publicar en diversos medios informativos como la revista Fotogramas, el diario Pueblo y Posible.Desde finales de 1976 ha trabajado de manera exclusiva para el diario El País, en el que fue redactora jefa del suplemento dominical durante 1980 y 1981. Su obra, tanto en su faceta de periodista como en la de narradora, ha merecido premios importantes, nacionales y extranjeros y ha sido traducida a una veintena de idiomas.
Su primer libro de ficción, la novela Crónica del desamor, apareció en 1979. A esta le siguió La función delta. Ambas cosecharon un gran éxito de público y crítica. Una entrevista publicada en el dominical de El País, con el título Antonio Ordóñez: el sueño de la perfección, le supuso a una principiante Rosa Montero su primera aproximación periodística a un mundo, el de los toros, que ya conocía desde la infancia.
Esta novela fue llevada al cine con el mismo título, por el director mexicano Antonio Serrano. Sus principales intérpretes fueron Cecilia Roth, Kuno Becker y Carlos Álvarez Novoa, con la producción de Argos Comunicación y Titán Producciones.







