Finis coronat opus
O sea, en español de toda la vida, “el fin corona la obra”. Una de aquellas frases hechas que uno aprendió de su paso por el bachillerato antiguo, aquel de los años 60, antes de Suárez, González, Aznar, Zapatero y Sánchez (entre otros). Pero el fin, en ocasiones, no corona la obra, sino que la remata a cualquier precio, de cualquier manera.
Estas Fallas del 23, las de la vuelta a la plenitud, han sido como tantas otras, fuera y dentro del ruedo. Bueno, como tantas otras tampoco. Ha habido sus diferencias, aunque si te paras a analizar no aprecias tantas. Sea como fuere, las Fallas del 23 ya son historia. Se quemaron todas, o así lo espero, explotaron miles de carcasas, petardos, tracas y demás pólvora festiva. Y, miren por donde, el cierra taurino fue como pólvora mojada.
Los foros taurinos se han manifestado como han querido, como debe ser, y cada cual ha dado su opinión como Dios, o su conciencia, le ha dado a entender. A partir de ahora vienen los análisis, concienzudos o no, sobre lo sucedido en el ruedo. Sobre lo que pudo haber sido y no fue. Tarea al respecto hayla, aunque conviene no hacerlo muy en caliente porque la pasión exagerada en estos casos no nos deja ver la auténtica realidad de las cosas. Pero cada cual es cada uno, cada uno en su casa, y Dios en la de todos.
A menda le ha parecido una Feria extraordinaria…en lo que metereología se refiere. Mucho tiempo que las Fallas no se disfrutaban con “caloret” y tanto sol como estas. Por tradición, las Fallas siempre se tienen que mojar un día. Este año ni una nube. Sol mediterráneo. Ya lo avise antes de empezar: la ilustración del cartel taurino, que venía con la imagen de Joaquín Sorolla, era una premonición. Nadie como él pintó la luz mediterránea. Y estas Fallas han tenido la luz y el color del Mare Nostrum que pintó nuestro genial artista. ¡Gracias. Maestro!
Vicente Sobrino