Los aficionados a los toros creemos que el resto de congéneres tienen una mínima noción sobre la tauromaquia. Pero no es así. Basta con sacar el tema en una reunión social para comprobar cómo la ignorancia supina en materia taurina campa a sus anchas. Ni idea de que acaba de dar inicio la feria de Abril, ni la mínima sospecha de que Castella es francés o de que Morante toreó el Domingo de Resurrección. Sin retransmisiones ni información en la televisión estatal en abierto, el gran escaparate y altavoz taurómaco se pierden.
El pasado fin de semana estuve de boda. Antes de asistir al convite de una celebración como esta, uno siempre se pregunta en qué mesa le habrán ubicado, con la inquietud de si habrá afinidad de aficiones con el resto de comensales. En mi caso, con la especial preocupación de si podré hablar libremente de mi pasión por los toros. Me considero una persona educada y respetuosa, y cuando estoy con gente que se siente incómoda con la cuestión, la aparco y cambio de tema. Pero si se puede conversar sin tapujos sobre tauromaquia, yo lo agradezco.
Hace unos años, en un crucero con mi esposa, nos asignaron una mesa con otras cinco parejas, las mismas para todo el viaje, y yo pensé que algún antitaurino nos caía fijo. Pero no. La suerte estuvo de mi parte y, en diferentes grados, todos éramos partidarios del toreo, incluso uno era hijo de un ganadero de bravo. Aquello fue un milagro que no suele darse con frecuencia, una bendición que permitió que dialogáramos distendidamente sobre la travesía y también sobre toros y toreros.
En esta ocasión, en la boda, sucedió algo parecido, aunque el nivel de conocimiento sobre la materia era más bien escaso. Y, la verdad, me sorprende el grado de incultura taurina que campa en la sociedad actual. Desde no saber diferenciar un derechazo de un natural, hasta preguntar por “un tal Roca que dicen que ahora es el bueno”. Uno afirmaba que el matador que más le gustaba era El Fandi porque era el mejor banderillero de la historia. Otro sentenciaba que no ha habido diestro más fino que Ponce. Por cierto, ni idea de que en breve reaparecerá para despedirse definitivamente de los ruedos. Pablo Aguado, Juan Ortega, Paco Ureña, Emilio de Justo o Daniel Luque no existían para ellos. Claro, intercambiar opiniones con este rango de nociones era pura quimera.
El momento más agradable de la velada fue la conversación con el párroco que había oficiado la ceremonia, un aficionado de la localidad valenciana de Gandía. Le conté que en su ciudad había nacido El Litri y que allí debutó con picadores, lo que también hizo Julio Aparicio. Hablamos de las trabas que provocaron que Gandía dejara de dar toros, y de los políticos antis, que acaban con tradiciones sin el mínimo remordimiento provocando un daño irreparable para su continuación. Me dijo que a los políticos no habría que dejarles llegar tan lejos, que eso estaba en nuestras manos, pero convenimos que no existía una solución fácil para pararles los pies.
Uno de los compañeros de banquete me pidió que le avisara cuando saliesen los carteles de la feria de Julio de Valencia porque sentía curiosidad y quería ir con su esposa a presenciar un festejo. Algo es algo. El resto de tertulia fue por otros derroteros, afortunadamente. Pero la charla da cuenta de la escasa sapiencia que la gente en general tiene sobre el toreo. Los que estamos metidos en el ajo pensamos que hay una mínima cultura taurómaca en la sociedad, pero no es así.
Hoy la afición se transmite de padre a hijos, y si alguno sale animalista la cadena se rompe y se pierden adeptos. Sin retransmisiones en directo en la televisión pública española y sin un minuto de información taurina en las noticias, que la sabiduría sobre el toreo prolifere es una utopía, todo lo contrario, irá menguando poco a poco, porque a los canales de pago se abonan quienes ya soy devotos, no nuevos simpatizantes.
Un minuto, sólo un minuto de reportaje diario en las telenoticias cada vez que se celebra un ciclo de categoría; una retransmisión, sólo una desde las plazas de primera, haría más por la promoción y la divulgación de la tauromaquia que todas las acciones que en su defensa se llevan a cabo.