Octavio Chacón, que resultó cogido, se llevó la única oreja de la corrida de Victorino Martín.
Valencia, 10 de marzo. Primera de abono. Tres cuartos de entrada.
Toros de Victorino Martín, todos cinqueños, desiguales de presentación pero serios y complicados, exigentes y con peligro.
Rafaelillo (de turquesa y oro), ovación y ovación.
Octavio Chacón (de caña y oro), oreja y ovación.
Varea (de blanco y oro), ovación con aviso y división de opiniones tras otro aviso.
Chacón fue cogido por su primero, recibiendo una cornada de cinco cms. en el testículo izquierdo y un varetazo en zona ilíaca. Se corrió turno y salió para matar al sexto.
Paco Delgado. Foto Mateo
La primera corrida de toros incluida en el abono de esta feria de fallas tuvo un primer y gran aliciente: el retorno a esta plaza de los toros de Victorino Martín, ausentes de este serial desde la edición de 2006. Y si aquel día 12 de marzo se llevaron una oreja cada uno Luis Miguel Encabo y Antonio Ferrera, ahora fue Octavio Chacó el único que tocó pelo. Aunque también tuvo que pasar por el hule.
El gaditano, que debutaba en Valencia, se vio sorprendido por su primero, que se quedó bajo la muleta y le echó mano, prendiéndole por la entrepierna y teniéndole mucho rato colgado de los pitones. Cuando se pudo desasir, visiblemente mermado, volvió a la cara del toro hasta completar una faena arrestosa y valiente que le valió ese trofeo. Salió de la enfermería para lidiar al sexto, un animal con un pitón izquierdo que daba miedo con sólo mirarle. Chacón derrochó un dolor y vergüenza torera, buscándole las vueltas y dejando un puñado de muletazos de excelente trabajo. Todos los que tuvo su oponente.
El encierro de Victorino, un lote de cinqueños de desigual presentación pero de uniforme seriedad, tuvo no pocas dificultades, revolviéndose pronto, buscando los tobillos y quedándose bajo la tela. No fue, desde luego, trago de gusto, estar ante sus toros.
Varea, que sustituyó al herido Fortes, se hizo ovacionar al recibir al tercero, toro al que consintió mucho y con el que tragó más para sacar un trasteo valiente y limpio, obligando siempre a su oponente a seguir el engaño demostrando su mucho talento y que es un torero perfectamente recuperable, perdiendo la oreja al alargarse demasiado y tardar mucho en doblar el de Victorino.
También se hizo ovacionar al veroniquear al quinto, con el que toreó despacio y con buen aire en la primera parte de su quehacer. Luego el toro comenzó a sacar problemas, mirando y buscando y ya solo cupo entrega y lucha.
El toro que abrió plaza fue ovacionado de salida y con él Rafaelillo, que le dejó lucir en el caballo, cuajó unos naturales templados y limpios en la primera fase de su trasteo pero enseguida se pasó al otro pitón, en donde ya sólo hubo lucha.
Y en parecidos términos anduvo con el cuarto, que se revolvía con agilidad y presteza, fallando, además, con el estoque.