Hace unos días se cumplió un año de la mayor catástrofe que ha sufrido Valencia en años, muchos años. El 29 de octubre de 2024 el agua arrasó casi 90 pueblos y ciudades de la provincia, dejando cientos de muertos y una estela de desolación, desgracia y ruina que va a tardar bastante en desaparecer… Y pocos, por no decir nadie, asumen su responsabilidad en el desastre.

Paco Delgado
Una hecatombe cuyos letales y apocalípticos efectos se podrían haber evitado -o, al menos, reducido de manera significativa- si el interés político, como tantas veces, no se hubiese antepuesto a la realidad y circunstancias de unos ciudadanos que sólo cuentan a la hora de ir las urnas.
Aquel día, desde bien temprano llovió con mucha intensidad y fuerza en comarcas del interior y Utiel, Requena, Chiva, Cheste… a mitad de mañana ya estaban de agua hasta el cuello. Y nadie a quien correspondiese tomar medidas parece que hiciese nada. Y ya hubo muertes y calamidades.
En la capital, en cambio, por la tarde apenas lloviznó, pero en las poblaciones del sur, Paiporta, Picaña, Sedaví, Aldaya, Catarroja, Silla… hasta Algemesí, una tromba de agua se llevó a su paso todo lo que pilló por delante: casas, negocios, establecimientos, automóviles, garajes… y personas. El caos fue impresionante y catastrófico. Vehículos apilados en calles, carreteras y hasta descampados como si hubiese habido un tsunami, edificios destrozados, gente atrapada en sus coches, arrastrados por el agua… Unos pudieron ponerse a salvo; otros vivieron la peor pesadilla de su vida, agarrados durante horas a señales de tráfico, subidos a un camión… otros muchos no lograron escapar a la furia de la riada… y todavía no se había activado la alarma que debía haber puesto en guardia a quien pudiese estar en peligro y hubiese tratado de esquivarlo y ponerse a resguardo. Pero no hubo aviso hasta que ya era muy tarde.
Las imágenes que iban llegando a través de las redes eran dantescas e increíbles. Pero ciertas. Vaya si eran ciertas. La tragedia se había consumado en apenas unas horas y la magnitud de las pérdidas incalculable, por no hablar de los casi 300 fallecidos. 200 millones de euros -coste al parecer estimado de la puesta en marcha del proyecto de presas que la hubiese evitado o mitigado sus efectos- fueron considerados desproporcionados por la entonces responsable -directora de la Oficina Española del Cambio Climático amén de titular del Ministerio del asunto- y aquella noche mucho más preocupada por obtener una canonjía en el Parlamento Europeo que por lo que estaba pasando en Valencia. De hecho no se ha escuchado una palabra suya al respecto. 20 años antes ya el gobierno de Zapatero había tirado a la papelera otro plan similar.
Tampoco las autoridades autonómicas estuvieron a la altura, dejando ver una muy preocupante incompetencia, inutilidad y descontrol en cargos que demostraron no estar preparados para casi nada, mientras que a nivel estatal ese “que pidan ayuda” o la notita que le pasaron subrepticiamente a Sánchez – “este es nuestro momento, Pedro”- delataban, otra vez, el grado de iniquidad -y también maldad- de un gobierno indecente que no movió un dedo.
Cuatro días pasaron hasta que se puso en marcha un plan, chapucero, de ayuda y rescate, siendo los voluntarios los que de verdad dieron la cara y arrimaron el hombro. Miles de ellos, desde toda España, llegaron para ayudar en lo que fuese. Y entre ellos muchísima gente del toro. Matadores, novilleros, banderilleros, los chavales de la escuela, con sus profesores y el director a la cabeza, lucharon durante muchas semanas contra el fango, el barro y la calamidad, llevando agua o comida a gente atrapada en un lodazal o en viviendas de las que no podían salir… dando ejemplo de solidaridad, empatía y espíritu de sacrificio por los demás.
Un año mas tarde la vida sigue. Muchos lloran a sus muertos, a sus negocios y recuerdos perdidos, a sus ilusiones y planes que se fueron para siempre, mientras que las ayudas oficiales llegan con cuentagotas y tarde. Y todo ello rezando para que este siniestro no se vuelva a repetir, aunque habida cuenta de lo que se ha hecho para evitarlo -nada- lo más probable es que, Dios quiera que dentro de mucho, mucho tiempo, volveremos a sufrir.







