Algunos trajes de luces han sido una especie de talismán para sus dueños.
Juanito Posada hablaba de un azul y oro que, para é,l tuvo vida y no olvidará jamás. Hasta el punto de que nunca quiso desprender del traje hasta que “murió de viejo”.
“En Vitoria –contaba el que fuera matador y luego escritor y periodista– me dieron un traje azul y oro que había pertenecido al mexicano, Guillermo Sandoval. Como Guillermo era más alto que yo, la taleguilla me estaba larguísima. Estuve muy bien. Pensé que el traje me había traído buena suerte y en Madrid se lo entregué a la maestra Nati para que me lo arreglara. Me lo puse muchas veces y siempre tuve suerte. Le tuve tanto cariño, que me lo puse hasta que estaba prácticamente destrozado. Siempre me acordaré de aquel traje, decía Juan Posada”.