Una de las estrategias antitaurinas es acabar con los recintos más emblemáticos e influyentes. Sin cosos determinantes donde refrendar los éxitos de provincias, donde aspirar a la gloria y donde obtener repercusión, el toreo irá languideciendo. Cayó Barcelona, y las capitales de Venezuela, Colombia, Ecuador y México, donde además acaban de suspender los toros en Guadalajara
Guadalajara, capital del estado de Jalisco, es conocida por el tequila, los mariachis y los toros, no en vano su plaza es el segundo escenario taurino más importante del país después de la Monumental de México. Un grupo de antis pertenecientes a “AnimaNaturalis” solicita la prohibición de las corridas y, de inmediato, el juez de distrito Luis Alberto Márquez suspende de forma provisional los festejos en el llamado Nuevo Progreso, el coso que con más fuerza está funcionando en estas últimas temporadas en tierras aztecas, un recinto con tirón taquillero, con una fuerza social y una repercusión económica muy importante. La voluntad de unos pocos prima sobre la de los miles de aficionados que acuden a sus tendidos.
Sucedió el pasado 24 de noviembre, como en mayo de 2022 había ocurrido en la Monumental del Distrito Federal. Entonces fue el magistrado Jonathan Bass quien aceptó la instancia promovida por la asociación “Justicia Justa”, que consideraba que el trato ‘degradante’ a los toros violaba el derecho a un medio ambiente sano. El juez despreció la evidente ofensa que esa aserción significaba para los millones de aficionados que a lo largo de los siglos han vivido en un ambiente sano y ordenó paralizar las corridas de forma provisional. 14 días después se decretó la suspensión indefinida. Hoy, dos temporadas más tarde, la plaza más grande del mundo, con capacidad para casi 50.000 espectadores, continúa cerrada.
El toreo, una actividad legal amparada por las Constituciones de los países taurinos, está siendo bombardeado a nivel local y provincial desde hace unos años. Todo empezó en Cataluña, cuando en 2010 la Generalitat aprobaba una Ley que impedía la celebración de festejos en su territorio. De nada sirvió que seis años después el Pleno del Tribunal Constitucional anulase el decreto por invadir la competencia del Estado, al haber sido la Tauromaquia declarada patrimonio cultural inmaterial de España. De nada sirvió porque nadie ha tenido las narices suficientes para organizar toros en suelo catalán. Un puñado de aficionados defendieron la causa pero los profesionales no se involucraron.
Se produjo entonces un efecto dominó que arrastró las capitales de México, Venezuela, Colombia, Ecuador… y siempre lo mismo: un puñado de aficionados defendieron cada causa pero los profesionales siguieron sin involucrarse. Y el balance de pérdidas sigue creciendo. La estrategia antitaurina parece clara: acabar con los recintos más emblemáticos e influyentes. Sin un coso determinante donde refrendar los éxitos de provincias, donde aspirar a la gloria y donde obtener repercusión, el toreo irá languideciendo, y las capitales de cada país juegan un papel clave en esa función.
Barcelona no es la capital de España, pero fue la ciudad más taurina de la nación, la que más plazas tuvo –llegaron a funcionar tres a la vez– y donde más festejos se dieron durante décadas. Pero los políticos cambiaron la historia catalana y demasiada gente acabó creyendo la nueva versión. Guadalajara tampoco es la capital azteca pero, con la Monumental fuera de juego, su temporada se había transformado en el referente más importante de México. Nuevo Progreso supone otra pérdida irreparable para el sector. La nómina de conquistas antitaurinas “suma y sigue” sin que se perciba una reacción enérgica y determinante.
Sin escaparates importantes y sin televisión en abierto las complicaciones se acrecientan para los taurinos. Hasta hace un tiempo aparecían nuevos adeptos que habían forjado su afición viendo toros en la pequeña pantalla. Eso se acabó. José Tomás tuvo en su mano la posibilidad de dejarse televisar media docena de ocasiones a cambio de introducir información de las ferias más importantes en los telediarios. Pero no quiso. El asunto ha ido empeorando y ahora no se atisba nadie con la fuerza suficiente para poder revertir la situación. Y entretanto los antis “suman y siguen”.