Frank de la Jungla nunca escondió su rechazo a la tauromaquia. Sin embargo un día entró en una plaza de toros y, mientras los antis le insultaban de forma atroz, se encontró con el respeto de los aficionados y con una pasión por el animal que él desconocía. El nuevo ministro Màxim Huerta siempre rechazó el toreo. Quizá si se acerca a un coso taurino descubra que no es lo que su prejuicio le dictaba y, quién sabe, incluso rectifica.
Para él hay días que son “para ganar y follar”. “Las tetas de Ana Rosa Quintana son de premio” y cataloga de “putos” a ciertos holandeses. Personalmente puedo coincidir en alguna de estas afirmaciones, aunque sólo confesaría en cuál de ellas entre amigos y tras un par de cervezas. Pero nada de hacerlo público y dejar constancia por escrito. Publicar este tipo de pensamientos de chiringuito puede resultar habitual y perdonable entre el vulgo general, al que la mayoría pertenecemos, pero debería inhabilitar a cualquiera que aspirase a representar a ese vulgo respetable. Sin embargo a Màxim Huerta no le ha pasado factura y se ha convertido en el nuevo Ministro de Cultura de todos los españoles.
Con su nombramiento Pedro Sánchez ha conseguido dar a su política un golpe mediático, eso que tan de moda está ahora. Triunfan los tertulianos de programas de dudoso gusto e intrascendente contenido, los analistas de bar, los Youtubers, los influencers y las tendencias TrendenTopic que husmean entre la carroña ajena. No es función de Màxim ni de ningún otro ministro cambiar los gustos de la sociedad, pero no parece muy oportuno potenciar ciertas actitudes y corrientes con las que él, atendiendo a sus extendidas y vulgares manifestaciones, sin duda comulga.
Pese a todo Huerta es Ministro de Cultura. Declaraciones como las suyas le hubiesen descalificado para ocupar el cargo que ahora ostenta en la mayor parte de países del mundo, pero no en España. Es más, en su cartera figura también el área de Deportes, y eso que a él no le gusta el deporte y admite en sus twitts odiar a los deportistas. En fin, que creo que ya ha pasado a la historia la máxima que mi padre me inculcó y que aseguraba que las personas deberíamos actuar coherente y consecuentemente con lo que pensamos y, sobre todo, decimos.
Y para echarle más picante al asunto, en el mismo Ministerio de Cultura y Deporte figura también la Tauromaquia, a pesar de que don Màxim ha dejado patente en más de una ocasión su animadversión por los toros. ¿Pero en qué estaría pensando Pedro Sánchez cuando le propuso ser Ministro de todo esto que tanto odia? ¿Y cómo se le ocurrió aceptar al señor Huertas? ¿Es masoquista? ¿Con qué ilusión trabajará si detesta las materias sobre las que tiene competencia? ¿Será porque piensa que cuando se es Ministro “se hace lo que se quiere”, tal y como publicó en sus redes sociales?
De entrada la elección del personaje no aparenta ser la más acertada y el futuro inmediato no pinta demasiado halagüeño en esta cartera. Sin embargo habrá que esperar. Sólo unos días después de su nombramiento admitió no ser aficionado a los toros pero aseguró que no había llegado al cargo para causar polémica ni problemas. Dijo textualmente que “habrá que juntarse todos, hablar y tender puentes”, refiriéndose a aficionados y antitaurinos. Me alegra su postura aparentemente dialogante y conciliadora. Los taurinos le ofrecieron de inmediato su apoyo mientras los antis le hacían llegar sus exigencias. Escuche a unos y otros y compare, señor ministro. Instrúyase acerca del valor medioambiental, histórico, social, económico, cultural y artístico de la tauromaquia. Tienda puentes para que los activistas conozcan de qué hablan, de qué se quejan. Acérqueles al campo, a la cría, al respeto y al amor por el toro. Y apoye la legalidad. Si hace eso tendrá el voto de confianza de los aficionados.
Pregúntele a Frank Cuesta, el original presentador de programas de animales conocido como Frank de la Jungla. Él nunca disimuló su rechazo a la tauromaquia. Sin embargo acudió a la plaza de Las Ventas para grabar un reportaje y se encontró con el respeto de los aficionados mientras los autodenominados animalistas y veganos inundaban las redes sociales de odio e insultos hacia él y su familia. Ese día Frank descubrió dos cosas: el verdadero amor y pasión que los taurinos tienen por los toros y los beneficios que ello comporta, y que ciertos animalistas y veganos constituyen un movimiento de odio y de intransigencia. Y no tuvo reparo en contarlo públicamente asegurando que en adelante le veríamos por más plazas.
Sí, señor ministro, acérquese a un coso taurino y seguramente descubrirá que no es lo que le habían contado. Rectificar es de sabios y usted puede demostrar que lo es. Frank lo hizo, y no es ministro.