Se trata de una anécdota que hace unos días, charlando con Paco Delgado, director de Avance Taurino, me vino a la cabeza al comentarle lo que me confesó Luis Francisco Esplá, que en sus últimas corridas, le suponían los gastos totales, incluyendo, claro está, cuadrilla, hoteles, comidas, apoderado, impuestos y un muy largo etcétera.
Recuerdo que allá por los años 50, en la misma calle de Burriana, donde yo vivía de soltero, había un chaval al que todos admirábamos, porque se había marchado de su casa, junto a otros maletillas, y permanecieron durante unos meses en Andalucía, a la busca de tentaderos y ocasiones para ponerse delante de algún semoviente que embistiera.
Se llamaba Emiliano Fernández y otro de su compañía “El Murcianico”, era hijo adoptado, de la dueña de un kiosco de prensa que se llamaba Antonia, situado la calle del Maestro Gozalbo, número 29.
Emiliano Fernández, llegó a debutar con caballos en la madrileña plaza de toros de Vista Alegre, con no mucha fortuna la verdad, y con los años entró a trabajar de ordenanza en el Banco Hispano Americano de la sucursal que había en la calle de las Barcas de Valencia, donde ahora está el Banco de Santander.
Pues bien, vamos con la anécdota. Por aquellos años el diario Levante, por iniciativa de su crítico taurino, el recordado y ya fallecido a los 96 años de edad, Jesús Lloret Gómez “Recorte”, idearon un concurso que se llamaba “Valencia busca un torero”. Había que recortar un cupón del periódico y enviarlo a la redacción, Cuantos más cupones enviabas, mayores eran la posibilidad de tener suerte y ser elegido.
Emiliano, con la ayuda de muchos vecinos llegó a reunir muchos cupones, que le sirvieron para poder intervenir en el concurso.
Se celebró el festejo y la empresa les pagó los honorarios establecidos. Se pagó a las cuadrillas y Emiliano también cumplió con el deber de pagar la factura del hotel donde se había vestido.
Trás abonar la factura, le quedaron solamente diez pesetas de beneficio.
No lo dudó, en la calle llamó a un taxi y le indicó su domicilio para regresar a casa. Cuando el taxímetro marcaba 9 pesetas de recorrido le rogó al taxista que parase. El taxista insistió en que si no tenía más dinero, era igual, el le llevaba hasta su casa, sin ningún problema.
Gracias, muchas gracias, le dijo. No es eso. Es que del sobrante de lo que me ha quedado por intervenir en la corrida de ayer domingo, me han quedado diez pesetas, Y de esta manera podré decir que, el festejo no me ha costado dinero, pues he tenido un beneficio de una peseta.
Oh, tempo, Oh mores…