Tuve la suerte de ver la alternativa de Aguado en Sevilla, por San Miguel que es cuando la toman los toreros grandes, Ponce le cedía los trastos y el toricantano desplegó una sinfonía de naturalidad bañada de timidez, nunca bisoña. Lo había visto recientemente en Algemesí como novillero y ya me ilusionaron sus formas clásicas.
Paco Villaverde
Feria de San Miguel de Sevilla 2017, feria en la tomaron la alternativa siempre los toreros grandes. Ya lo intuí en su momento. Aguado nació de la elegancia y la naturalidad al clasicismo. Este es el toreo que llega al alma sin pasar por el análisis coyuntural de las referencias que justifican la praxis histriónica del toreo desequilibrado entre trato y comportamiento, entre torero y toro.
Aguado dejó un versículo indeleble para el evangelio de la tauromaquia más ortodoxa y por ende eterna.
Hoy, 11 de mayo de 2019, ahora de madrugada, todavía estoy emocionado de su toreo, porque su toreo es el toreo en sí, el toreo de su cuerpo, de su ser, de su cuerpo dentro de su cuerpo y no excedido de su cuerpo, de su capote y su muleta moldeando la bravura en formas divinas, sin retorcimientos ni gritos, ni excentricidades inhumanas, no, el toreo es todo, pero esencialmente es eso.