Hoy necesito contaros algo importante, no solo para mí porque afecte a mi vida en particular, no, algo importante porque afecta al núcleo, a la parte sustantiva de aquello que sustenta los valores de LA TAUROMAQUIA: el respeto a los maestros y a la jerarquía torera, si estos aspectos se pierden, se empieza a pudrir el contenido ético de la Fiesta.
Paco Villaverde
Ayer fui a despedir a un grande del toreo, a un torero inmenso, un torero que ha hecho más paseíllos que ningún otro torero y a toreado y triunfado en todas las plazas del mundo: He ido a despedir a cien años de nuestra historia, he ido a despedir a Paco Arévalo, torero cómico por la gracia De Dios.
Mi padre, que también lo fue, compitió con Arévalo hasta llegar a odiarlo, como se odiaban los toreros de antes: en el ruedo. Lo odiaba tanto como lo admiraba, como se admiraban antes los toreros: como artistas.
Al entrar en los dominios de Tanatos me topé con sendas ofrendas florales de dos grandes toreros: Ponce y Manzanares, las esquivé para enfrentarme al rostro del maestro Arévalo, que de tanta paz que expresaba casi invitaba a morir con él.
Mi sensación íntima fue de tristeza, había que despedir a un torero y con los dedos de la mano se contaban, no es cuestión de dar nombres, ni el mundo del toro, ni el mundo de las letras que denuncian, ni políticos para despedir a un Madrileño, que ejercía como tal pero que llevó el nombre de Valencia más lejos que toda la plebe de políticos de la neocultureta actual podrán llevarlo en un millón de años.
Sinceramente, no sé si han pasado el día anterior o no, no me importa…
¿Dónde estaban los toreros valencianos? Es más, había tres matadores de toros: dos de Madrid y uno de Granada. ¿Dónde los alumnos y profesores de la escuela de tauromaquia? ¿Dónde los valores del toreo ?
¿Dónde la prensa?
¿Pero quién cojones os creéis que ha muerto?
¿Pero quién cojones os creéis que sois vosotros?
Ha muerto un GRANDE del Toreo, ese torero tenía que haber salido a hombros de la plaza de toros y haber salido a hombros de la Iglesia al grito de ¡Torero!!
Yo, que soy creyente porque quiero serlo, le recé delante de su cuerpo desgalonado de toreo y un nudo en el alma recorrió mi anatomía destemplada para detenerse en mi garganta y poder susurrarle: Maestro, a pesar de ese sudario, digno de un ciudadano, que cara de torero tiene usted hasta muerto…
¡¡¡¡Gloria a los toreros siempre!!!!
En el año 2004 comisarié una exposición sobre el Toreo Cómico “Cómicos, la otra tauromaquia”, la última vez que Arevalo plasmó sus vivencias para el libro catálogo de la exposición.
Os dejo también alguna foto recuerdo.
Un abrazo y no olvidéis nunca que el toreo está por encima de todos nosotros y que hay que respetar a los toreros.