A los 89 años y a causa del coronavirus.
Ayer, 29 de octubre, a los 89 años y a causa del coronavirus, falleció Pablo Lozano, matador de toros, ganadero, empresario y apoderado.
Tocó todos los palos del toreo y en todos destacó, desde su etapa vestido de luces, en la que destacó por su sentido del temple y como un muleteros sólido y sobrio -se le conoció como “la muleta de Castilla”-, como ganadero era el responsable de las ganaderìas de la familia -Alcurrucén, Hermanos Lozano y El Cortijillo-, fue, junto a sus hermanos José Luis y Eduardo gestor de casi todos los cosos importantes de España y América, desde Las Ventas hasta Valencia, pasando, por ejemplo, por Vista Alegre, Alicante, Toledo, Albacete, Bogota , Medellín, Quito… y como empresario llevó a diestros de la talla de El Cordobés, Palomo Linares, Espartaco, César Rincón, Manuel Caballero, Vicente Barrera o El Juli.
Toda su vida la dedicó al mundo de los toros en sus más diversas facetas, logrando el respeto de todos cuantos le trataron.
Nacido en Alameda de la Sagra, el 29 de agosto de 1932, hijo del veterinario y alcalde de esta localidad toledana.
Tras abandonar pronto los estudios, debutó en público el 26 de agosto de 1949, en Orgaz, haciéndolo con caballos el 16 de septiembre de 1949, en la también toledana ciudad de Mora de Toledo, actuando junto a Rafael Ortega y la rejoneadora Marimen Ciamar, con novillos de Eugenio Ortega.
Se presentó en Madrid el 1 de junio de 1958, con Pablo Lalanda y Jaime Malaver lidiando reses de María Montalvo.
Tomó la alternativa en Barcelona, el 25 de septiembre de 1951. Fue su padrino Luis Miguel Dominguín y como testigos ejercieron Manolo González y José María Martorell, corriéndose aquel día toros de Samuel Flores y Atanasio Fernández.
La confirmación llegó el 18 de mayo de 1952, de manos de Antonio Bienvenida con Paco Muñoz de testigo y toros de José Ignacio Vázquez, cumpliendo una carrera seria y honesta en la que además de graves cornadas logró grandes triunfos, como el logrado en Las Ventas el 14 de julio de 1957, lidiando seis toros de Barcial a beneficio del Montepío de Toreros y cortando cuatro orejas.
Inteligente y profundo conocedor del toreo desde todos sus ángulos, sus opiniones eran tenidas como sentencias y ha dejado una huella imborrable.
La tauromaquia, desde luego, pierde a una de sus últimas grandes referencias aunque deja un legado
inmenso que debe tener continuidad en sus hijos, los también taurinos, Pablo, Luis Manuel y Fernando, dignos
sucesores de este gran hombre. Don Pablo.