Esto dio de sí (y de no)

1 de diciembre. El cumpleaños de Curro Romero. Uno de los toreros más importantes de las últimas épocas. Un torero de culto para los aficionados, y toda una referencia para aquellos a los que les gusta el toreo grande.
Y, sobre todo, para los aficionados de su Sevilla. El torero de Sevilla por antonomasia. El torero a quien querían, a quien admiraban, a quien respetaban, y con el que se mostraban más indulgentes que exigentes. Y le tiraban almohadillas, pero para no darle. Una indulgencia ésta que se reflejaba en algunas expresiones que luego pasaron a la historia.
Como aquella tarde, en la que Curro no terminaba de hacerse el ánimo y ponerse en la cara del toro. Este escarbaba y reculaba. Y Curro, por ahí daba vueltas, sin decidirse. Mirando al toro con cara de asco y meneando la cabeza diciendo como que no. Y así estaban toro y torero hasta que un aficionado, en medio del silencio maestrante, se puso de pie y desde el tendido le gritó, con cierta guasa aquello de: “No te juegues la vida, Curro, que no es lo tuyo.”
O aquellos otros aficionados, quienes apenas asomaba la gaita el Faraón por el portón de cuadrillas, incluso antes de comenzar el paseíllo decían, así por lo bajini: “Ole mi Curro güeno.”
Curro fue un torero que nunca dejó indiferente a nadie. Tanto en lo bueno como en lo menos bueno, no tuvo medida. Y aunque siempre se caracterizó por su discreción, por su modestia y su humildad, llenaba la plaza con su sola presencia. Y manejando esos engaños, muy chicos, con un duende personalísimo.
Curro fue la torería, la prestancia, el compás, la cadencia, la sutileza, el quejío, el empaque, el embrujo y el misterio. La bulería y la soleá. El busilis y el similitruqui, valga la expresión. El arte ese que se puede saborear, que se puede paladear, que se puede sentir pero que no se puede explicar.
Curro fue y será siempre el torero de Sevilla. Así lo entronizó aquella afición. E incluso, hasta el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, en una célebre sentencia del mes de febrero de 1997, así lo ratificó. Lo hizo cuando eximió de culpa a aquel aficionado y partidario del torero de Camas, quien ante los insultos que había proferido su jefe contra su torero, le pegó un puñetazo. Aquel le despidió. Y el tribunal le obligó a readmitir al agresor, sentenciando lo siguiente: “Curro es un todo un referente, es una ilusión permanente, una esperanza incondicional y una forma de entender la vida. Y por eso es explicable que alguien reaccione con cierta violencia ante los insultos que se profieran contra su persona, como es el caso.”
Y valga la licencia, el 1 de diciembre también es el cumpleaños de otro genio, en este caso del cine: Woody Allen. El director neoyorquino quien hizo grande a la ciudad de Nueva York en aquella inolvidable “Manhattan”. Que creó un maravilloso personaje femenino en su oscarizada “Annie Hall.” Y que incluso, en un film que rodó en París, “Medianoche en París” tuvo el gesto de sacar en una escena a un personaje que representaba ni más ni menos que la figura de Juan Belmonte. Ole por Allen. Ole por Curro.
Muchísimas felicidades a los dos. Y gracias, muchísimas gracias. Por tantas ilusiones. Y tantos sueños
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