Luis Cantero es uno de esos periodistas que han marcado época, principalmente en la Transición, cuando se levantaron las restricciones que sufría la prensa. Y en las revistas hubo veda abierta para los desnudos de personajes populares, especialmente actrices.
José R. Palomar
Estuvo en la redacción fundacional de El Periódico de Catalunya (1.978) y fue uno de los puntales de la revista Interviú. En esa publicación que nació en 1.976 y cuyo primer director fue Antonio Álvarez Solís, Cantero fue uno de los pioneros del “reportaje de provocación”. Inventaba situaciones ficticias para captar las reacciones de la gente, se ponía en a piel de un ciego andando por la calle, o sometía a una operación de cirugía estética para disminuir su nariz, pedía dinero cual mendigo en la acera…
En Interviú creó una sección llamada “La vuelta al mundo en ochenta camas”, donde paseó por todo el planeta palpando como se vivía el sexo, y experimentando en Tailandia el masaje de las chicas. Siempre iba acompañado por su inseparable y prestigioso fotógrafo- ya fallecido- Oriol Maspons. Se le podía ver en una instantánea metido en una bañera rodeado de bellas mujeres, o paseando por la llamada “zona roja” de Amsterdam. No hacía ascos a ninguna sección, daba igual que fuera política, sociedad o el deporte. Su punto álgido fue conseguir entrevistar al que fuera presidente del Gobierno Adolfo Suárez, siguiendo el yate donde pasaba el verano en Mallorca con una pequeña lancha, y allí le abordó para hacerle unas preguntas no muy profundas, pero lo importante era que el político hiciera unas declaraciones en alta mar. Fue una exclusiva de la que todavía se conservan fotos…
Luis Cantero granadino de nacimiento, creció profesionalmente en Barcelona como un autodidacta, y en pleno apogeo de Interviú se trasladó como tantos otros a Madrid. También le fichó Lazarov en la recién nacida Tele 5 de “Las mammachicho” y presentó un programa desenfadado y picante llamado “Ay, qué calor!”, donde aparecía vestido de capitán de barco. A este trabajo, y en general todo lo que hacía, le quitaba importancia y trascendencia. Presumía de escribir muy bien, y era cierto No en vano fue autor de una docena de libros. Su estilo era ágil y con desparpajo. Le gustaba definirse como “un pícaro del periodismo”.
En su “época madrileña” tuve la oportunidad de conocerle, porque estaba al frente de un restaurante de la calle Ponzano donde podía comer la mujer de Antonio Asensio- editor del grupo Zeta- el presidente del Rel Madrid, o un empresario. Nunca perdió la espontaneidad del granadino y se hacía en seguida con la gente, por eso contaba con muchos amigos y en todas las esferas. Se definía como “un cachondo mental” y así se llamaba la sección semanal que tenía en la revista Lib, otra de las publicaciones de la Transición, donde el destape y los desnudos eran su razón de ser. En la época de Lib habria una discoteca del mismo nombre donde organizaba concursos muy salidos de tono, de noche y cara al público. Y una vez por semana, “confesaba” a un personaje popular, en “tareas sacerdotales”. Poseía una vasta cultura y uno de sus autores predilectos, al que siempre citaba, era Charles Baudelaire…Podía codease con la jet set pero jamás perdió la sencillez. Una de las muchas entrevistas que le hice fue en la casa de su madre, que vivía en un modesto piso de Cornellá. En esa época decidió trasladarse a Alicante, ya metido de lleno en los negocios, pues decía que “se ganaba más dinero que en el periodismo”…Pero nunca dejó de escribir. Los últimos tiempos lo hacía en un rotativo de Alicante. Compartimos una inolvidable cena en uno de los restaurantes que frecuentaba, y se empeñó en que escribiera un reportaje sobre el local y su dueño. Estaba acompañada por su segunda mujer: la bellísima Maria Mateo.
Festival
No era un entendido en materia taurina, pero hizo sus reportaje sobre la materia, como hablar con El Soro y Manzanares (padre) tras una sonada pelea que tuvieron en el ruedo valenciano, reflejada en las páginas de Interviú. Cuando todavía vivía en Barcelona, se celebraba un festival al finalizar la temporada, el primer domingo de Diciembre. Allí se congregaban un nutrido grupo de locutores ayudados por toreros locales o subalternos. Y en una de las ocasiones llamaron a Cantero, con la particularidad de que había un subalterno de igual nombre y apellido: Luis Cantero. El periodista, al igual que locutores como Luis del Olmo, Fernando Rodríguez Madero, Carlos Herera o Paco Caparrós, se puso ante uno de los becerras “medio instrumentado un pase”. Y al final del festival taurino mañanero, los dos Canteros- recién conocidos- dieron una vuelta al ruedo abrazados…Eso fue a principios de la década de los ochenta. Todavía se conserva una foto en blanco y negro de Luis Cantero en segunda fila y haciendo el paseíllo, como pueden ver.
Granada
En esta sociedad, que eleva a los altares y olvida en un santiamén, pasó la época de esplendor del periodista y se fue a vivir a su Granada natal, a la casa de sus padres, ya fallecidos. Y todos los días acudía a a un restaurante para comer solo. Un mediodía, tras varias jornadas de ausencia, los dueños del local se extrañaron y alertaron por su ausencia. Y llegó el mazazo: fue encontrado muerto en su casa de un paro cardíaco…Murió, como las personas anónimas, en silencio y soledad. Y pocos medios, y en las plumas de Pilar Eyre en El Mundo o Alfonso S. Palomares en El País (habían sido compañeros) le rindieron justo tributo, y acomodo en sus páginas. Me enteré leyendo las páginas del Mundo mientras estaba en un restaurante de la Gran Vía, y quedé como noqueado, no daba crédito a que un brillante periodista, hubiera fallecido practicamente sin que nadie se enterara…
Otra persona hubiera huido de la discreción, antes de su muerte, y buscado amparo en cualquier televisión de “ la práctica forense”, como suele decir Ferrán Monegal, pero consciente de que, probablemente los negocios no le funcionaban, y tampoco le atraía volver al periodismo, prefirió la discreción. Y era uno más de los personas anónimas que cada día van a un restaurante de menú, donde se sienten bien atendidos.
Como otros compañeros y en estas páginas, recordamos a periodistas que honraron a la profesión, con el aditamento de una personalidad singular, y además como en este caso, el pedigrí de una vertiente taurina, en mayor o menos grado. “Así se escribe la historia”, como le gustaba escribir sus artículos…