Castellón, 20 de marzo. Segunda de feria.
Toros de Jódar y Ruchena, bien presentados y de buen juego.
Diego Ventura, palmas y oreja.
Leonardo Hernández, ovación y silencio.
Lea Vicens, vuelta al ruedo y oreja.
Tres cuartos de entrada.
Paco Delgado.
La feria de la Magdalena cerró su primera parte con la ya imprescindible corrida de rejones que se incluye en todo ciclo que se precie. Un festejo que en los últimos años ha ido adquiriendo una mucho mayor notoriedad y sus protagonistas alcanzado un grado de virtuosismo que hace que este espectáculo no tenga nada que ver prácticamente con lo que se hacía a caballo hace, por ejemplo, 40 ó 50 años, cuando comenzó a gestarse la consolidación de esta especialidad.
En esta función, a la que acudió tanto público como para llenar tres cuartas partes largas del aforo, se lidió un encierro de Jódar y Ruchena -no muy habitual en estas corridas- muy parejo de presentación y de buen juego en conjunto.
Diego Ventura se llevó la primera oreja de la tarde tras exhibir con el cuarto un dominio absoluto. Fue este turno una auténtica exhibición de su poderío con quiebros por delante, cambios de viaje por detrás y dando la sensación en todo momento de estar muy encima de una situación que tuvo controlada de principio a fin.
Abrió plaza un toro distraído de salida al que Ventura no vio problema alguno para pararle y bajarle los humos. Tuvo fuelle pese a lo mucho que sangró en el primer tercio para dar batalla en banderillas, llevándole el rejoneador a milímetros de su caballo en una alarde de doma y confianza en su cabalgadura, provocando siempre a su oponente para clavar en quiebros imposibles y recreándose luego en un carrusel de cortas al violín.
Otra oreja se llevó Lea Vicens del sexto, con el que marró al dejar el primer rejón. Fue este un toro más alto, vareado y un poco a su aire, pero que fue a más, permitiendo a la rejoneadora francesa una intervención brillante y segura conforme avanzaba la lidia.
Anduvo solvente y puesta parando con temple y serenidad a su primero, un toro con muchos pies de salida y al que fue atemperando paulatinamente, aunque también el animal se fue parando, teniendo que ser ella quien hiciese todo el gasto y asumiendo más riesgos para banderillear. el toro agotado no ayudó en la última suerte.
Leonardo Hernández cabalgó a dos pistas en un impecable ejercicio llevando a su primero pegado a las crines de su montura. Clavó siempre arriba y muy reunido, entusiasmando con sus banderillas al quiebro y sus desplantes y adornos en la cara del toro, pero se le fue la mano con el rejón de muerte, volviendo a fallar al matar al quinto, un toro que amagó constantemente con rajarse, tirando siempre de él y gastando buena parte de su actuación en provocarle.